El jueves, luego de una larga guardia en el departamento de Seguridad Turística, el oficial Wilson González fue a su casa a descansar. Sin embargo, ese no fue un día normal para él, su celular no había parado de sonar en toda la mañana, mientras él dormía.
“Yo no le conté a nadie lo que hice, no tenía guardia y al mediodía revisé mi celular y encontré todos los mensajes, me etiquetaron en el F y todo”, relató el uniformado.
Desde el grupo de promoción de la escuela policial, hasta sus parientes en España y Argentina, y por supuesto, sus camaradas y jefes de la unidad, lo felicitaron gratamente. “Se viralizó en todos lados luego había sido”, dijo aún incrédulo.
Contó que el miércoles tuvo un servicio en la Junta Municipal de y que, de vuelta a su dependencia, se encontró con los chicos que le ofrecieron venderle chicles. “Les pregunté si ya comieron y les invité a almorzar. Me siguieron, me fui y me senté en el comedor y ellos pasaron de largo. Después de un rato vino el más chico y me dijo ‘che vare’a ’ y ahí le llamé a la encargada y pedí un plato de comida para ellos”, relató Wilson.
Aseguró que si bien es la primera vez que les invita a comer, siempre tiene ese tipo de gestos con niños en situación de calle, de acuerdo a la capacidad de su bolsillo.
“Con lo poco que tengo les ayudo siempre. Ojalá todos tengan la misma intención, con lo poco que tenemos; lo que tenemos que tener es un corazón grande. Mantener siempre la humildad”, reflexionó.
Mientras comían, la conversación se hizo amena, cuando ellos empezaron a indagar cómo debían hacer para ser policías."Les dije que primero tenían que terminar la escuela y me dijeron que no se iban a la escuela. Me dijo ‘che aikoteve policía’ el más chiquito”, contó.
El uniformado lamentó la situación de los chiquitos, y contó que uno de ellos es huérfano, mientras los otros viven con parientes.