El emotivo cuento escrito por Alba Benítez, quien falleció tras una larga batalla contra el cáncer, relata su lucha y su actitud positiva ante lo inevitable. El cuento “El día que Sabrina aprendió a morir” forma parte del libro “Entre Todos”, que se lanzó hace dos años. Aquí te dejamos su escrito:
“El día que Sabrina aprendió a morir":
Desde pequeña Sabrina sabía lo que era la muerte, sus padres le contaban historias del gran dictador que en su tierra mataba sin compasión a todo el que pensara diferente. Pero esas muertes además de ocasionarle pesadillas no estaban cerca y no le inspiraban temor. Años después en la tierra de sus padres (y ahora la suya) le tocó estar del lado del activismo social.
Ya no había muertes “públicas” eran todas escondidas y entonces no se sentían cerca tampoco… esto se trataba de hacer el bien desinteresadamente y eso llenaba el corazón de Sabrina como nada. Pasó el tiempo, Sabrina creció y se alejó de todo eso para buscar un camino más introspectivo. En su búsqueda conoció el Humanismo, se dio cuenta de que todo empezaba adentro y no afuera, entonces se metió bien hondo y encontró lo sagrado, lo profundo y lo experimentó cuando su hijo nació, se dio cuenta de que había nacido un ser humano pero además en ella había nacido el amor, uno totalmente diferente a todos los demás y eso cambiaría su vida para siempre.
Aprender sobre nacer también es aprender sobre morir, reflexionó, porque no tenía duda que daría su vida por ese pequeño ser humano. Pocos años después vivió el dolor cuando su madre murió, nunca algo le había dolido tanto en la vida, ningún llanto había venido de tan adentro y había sido tan infinito… definitivamente la muerte se venía acercando de una manera que ella no quería conocer.
En ese mismo tiempo experimento otro sentimiento nuevo, pero este no lo comprendió: era el vacío de la separación. Pensó si el vacío era igual a la muerte y encontró que no, porque desde el vacío se podría pintar como en un lienzo en blanco lo que quería que fuera su vida. Así se puso a pintar en el vacío y no le fue mal, hizo cosas que soñaba hacer, retomó otras que había dejado, todo venía bien cuando la muerte por fin se acercó demasiado. ¿Esta vez venía por ella? Había muchas palabras en el papel que le dio el doctor.
Cáncer, era una de ellas. Sabrina recordó lo que decía el sabio de los Andes: Usted sabe obviamente que va a morir, pero si lo pensara realmente como algo real, próximo, en este momento, estaría temblando como una hoja… Sabrina no tembló. Minimizó las cosas, finalmente había mucha gente que se enfermaba y que podía morir, pero haría esto y lo otro y lo resolvería, como una de sus tantas responsabilidades laborales. Pero un día, quizás sin motivo, hizo un alto, se recostó en el suelo a meditar, escucho un hermoso relato llamado “El Sentido” y se dio cuenta de que en verdad podía morir. Las lágrimas brotaron como si no fueran a tener fin, durante tres días y sus noches. ¿Quién cuidaría a su pequeño? ¿Cómo seguiría la vida sin ella? ¿Quién ayudaría a su familia? ¿Cómo sería morir? el dolor de la muerte de su madre volvía más y más y sumaba lagrimas y miedo, mucho miedo… No había mucho que hacer se dijo, se descontroló, lloraba en cualquier lugar sin medir si era “oportuno”.
Hasta que una amiga hizo lo que toda amiga hace, la llevó al loquero para que le diera unas pastillitas y el equilibrio químico cerebral le ganó a la depresión y la ansiedad. Sabrina bajaba y bajaba la dosis para sentir que parte de ella aún era “ella” y fue encontrando un equilibrio propio, siguió meditando y buscando respuestas por todos lados, empezó el tratamiento y con más vómitos y menos pelo, decidió ser ella misma y andar por la vida así tan cual, sin estigmatizarse, ni ocultar al mundo, para comodidad del mundo, la realidad de la muerte. Un día, en medio de una crisis de llanto y dolor y angustia, Sabrina soltó amarras, renunció a su empleo, organizo mínimamente las cosas y decidió que no haría nunca más nada que no quisiera hacer.
Esto claro no incluía barrer o lavar los platos. Decidió dejar de ser en función al deber, dejar de ser para los demás y empezar a vivir para una y sus seres sagrados… total la muerte estaba allí… esperando. Ya no había segundas oportunidades. Se dio cuenta de cómo había venido haciendo tantas cosas desde el miedo, ¿y qué era la muerte finalmente? Otro miedo más… el mayor de todos.
Entonces recordó de nuevo al maestro de los Andes que dijo: “El que muere antes de morir no morirá jamás…” nunca lo había entendido hasta entonces… y cuando lo sintió como un registro interno profundo, su interior se lleno de una luz tan intensa que experimento la libertad… ya no debía nada a nadie más que a la coherencia de sus actos, tenía que ser fiel solo a sus sueños, tenía que escuchar solo la bondad de su corazón… y todo estaría bien. Entonces Sabrina aprendió a morir. Por que se dio cuenta de que si sabía morir, podría vivir mejor.
Obs. Las Referencias al Sabio de los Andes corresponden al pensador Argentino Mario Rodríguez Cobos, conocido como Silo y fundador del Humanismo Universalista como corriente de pensamiento.