Tres hombres fueron detenidos ayer, en el marco de la investigación por el trágico tiroteo, perpetrado el domingo 30 de enero, en medio de un festival musical, que se realizaba en el anfiteatro José Asunción Flores de San Bernardino (Cordillera).
Junior Peralta, suboficial de Policía del departamento de Investigaciones de Santa Rosa del Aguaray (San Pedro), “presuntamente implicado con el grupo que habría realizado el atentado”, es uno de los que cayeron, durante uno de los allanamientos que encabezó el Ministerio Público, que informó sobre el procedimiento en las redes sociales.
Un primo del agente, Alcides Dejesús Villasboa Peralta (41), alias Ropero, fue detenido como presunto instigador y autor moral del ataque. Fue en una residencia, ubicada en el barrio General Genes de Pedro Juan Caballero (Amambay).
El tercer detenido es Mario Dener Lopes (27), oriundo de Ponta Porã (Brasil), quien es sospechoso de colaborar con el atentado que dejó 2 fallecidos y 5 heridos.
Las evidencias incautadas por los intervinientes son dos armas de fuego (pistolas 9 mm.), equipos de telecomunicación, documentos varios, sustancia herbácea (presumiblemente marihuana) y un disco de almacenamiento de circuito cerrado de televisio, de 1.000 gigas bytes, según se informó.
Los fiscales Federico Delfino y Lorenzo Lezcano encabezaron los allanamientos, realizados con apoyo de efectivos de la Dirección de Investigación Criminal y de Hechos Punibles de la Policía Nacional, además de agentes del Grupo Halcón.
Personal de Criminalística y del Departamento de Investigación de Homicidio, también colaboraron en los procedimientos.
Las víctimas
En el ataque, fallecieron la modelo e influencer Cristina Vita Aranda, esposa del jugador de Olimpia, Iván Tito Torres, y Marcos Ignacio Rojas Mora.
Otras 5 personas resultaron heridas. Se trata de Sady Aline Bonzi García (23), Jorge Benítez (40), Xoana Barrientos (29), Marcelo Eladio Monteggia Díaz (40) y José Luis Bogado Quevedo (38), estos dos últimos quedaron detenidos en la Agrupación Especializada.
Luego de la tragedia, aunque no se respire mucha calma en San Bernardino, cuyos pobladores aún resisten días de latente temor, la ciudad veraniega vivió un sábado y un domingo con mucho silencio.
Muy pocos fueron los restaurantes y bares que se animaron a abrir al público. A diferencia de otros fines de semana que se llenaba de gente incluso en las calles, el que pasó dejó la sensación de tener aún la herida muy abierta.