30 may. 2025

Clan de caficha paraguaya en España usaba la brujería contra compatriotas

Se hacía llamar “la madre” y junto con su hija “Santa muerte” manejaban una casa de citas. Si querían escapar o no obedecían les conjugaraba: “Si te vas, las velas se encargan”.

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Alias “Santa Muerte”, hija de la caficha, es una de las detenidas. Todo el clan cayó según informó la policía española, pero tiene ramificaciones.

Captura de video

Le dijeron que si las velas se apagaban, algo le iba a pasar. Que los espíritus lo verían como traición, que San La Muerte no perdona.

Así empezaba el “pacto de obediencia” que Valeria, de 19 años, tuvo que aceptar al llegar a una casa de citas en Valladolid, España.

No sabía que había caído en manos de una red de trata dirigida por paraguayas, donde la secta se mezclaba con amenazas, rituales a San La Muerte y explotación sexual. Su cuerpo tenía precio. Su alma, dueña.

Valeria logró escapar a fines del año pasado. Fue una de las pocas. Con la ayuda de otra chica que había estado en la misma red, llegó hasta las autoridades. Aún no se sabe si ella también es paraguaya.

Entregó fotos de altares, listas con tarifas, libretas con “firmas de fidelidad espiritual”, y audios donde una mujer, Lucinda C, la jefa del grupo, la caficha, decía: “Si te vas, las velas se encargan”, según menciona @thearchitectpr de X, firmado por “La resistencia familiar”, un grupo encargado de desenmascarar este tipo de casos.

Gracias a ese testimonio, la policía española lanzó la Operación Cabila que duró un año. Ocho personas fueron detenidas: casi todas mujeres, todas paraguayas o con origen paraguayo, y unidas por lazos familiares. El grupo tenía control sobre al menos trece chicas que fueron liberadas ayer: nueve paraguayas, dos peruanas, una argentina y una española, entre 19 y 25 años. Estaban encerradas, vigiladas por cámaras y obligadas a prostituirse. Incluso, algunas de las víctimas eran familiares de Lucinda.

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También se incautaron de drogas, dinero y material de santería, según informaron las autoridades locales.

Aunque no se revelaron las identidades de los involucrados, la página @thearchitectpr sacó a luz sus nombres.

Lucinda, “La Madre”

La cabeza de todo es una compatriota nacida en Luque: Lucinda, conocida como “La Madre”. Se presentaba como curandera en su barrio, pero en España manejaba una red que usaba rituales para quebrar la voluntad de sus víctimas. Fue ella quien instaló los primeros altares con velas negras, calaveras y figuras de San La Muerte en los departamentos donde trabajaban las chicas.

Su hija mayor, María del Carmen C., era la más temida. Las otras la llamaban “Santa Muerte”. De esa manera la tenían registradas en sus celulares, según se pudo comprobar. Siempre de negro, con túnicas y joyas oscuras, tenía su propio altar con figuras de la Santa Muerte mexicana y Yemayá. Lideraba los rituales y asignaba nombres rituales a cada mujer

Eran sometidas a rituales

Les cambiaban sus nombres a todas

Dormían con velas encendidas. Las bañaban en agua con ceniza y miel “para hacerlas dulces y sumisas”, según contó Valeria. Si una desobedecía, era castigada: la dejaban desnuda frente a cámaras encendidas. Les decían que era “un castigo de los orishas”. Le cambiaban de nombre: Camino Cerrado, Carne de Diosa, Nube Sucia. Una vez bautizadas, ya no podían llamarse por sus nombres reales.

Ayer, en conferencia de prensa, la policía española afirmó que las chicas eran amedrentadas con los ritos santeros.

Una nuera de la familia, Lisandra A., apodada “La Contadora”, paraguaya con ciudadanía española, era la encargada de las cuotas.

Si una mujer no entregaba el dinero pactado, supuestamente se le descontaba en comida, salidas o drogas. A veces les daba cocaína como ofrenda a los “espíritus de rendimiento”.

Eran vigiladas en tiempo real

Nadie podía hacer un paso en falso.

Otra integrante del clan, de nombre Mirna Elizabeth R., apodada “La Voz”, era la que hablaba con las madres de las víctimas en Paraguay.

Les prometía trabajos falsos: limpieza, cuidado de personas, centros de sanación.

Muchas creían que sus hijas iban a Europa a buscar un futuro. Terminaron encerradas con velas y amenazas.

El “primo”

Carlos Ezequiel C., alias “El primo”, era el que pasaba a buscar a las chicas por el aeropuerto de Barajas y las llevaba directo al encierro en Valladolid. Siempre al volante, también controlaba las cámaras de seguridad instaladas en los pisos. Sabía quién entraba, quién salía y cuánto tiempo duraban los “turnos”. Según datos de la investigación de @thearchitectpr, tenía contactos con personal de seguridad y habría pagado sobornos para evitar controles.

Están en Barrio Obrero, dicen

La red supuestamente sigue operando.

Según datos, el clan tiene una base espiritual en Barrio Obrero, de la ciudad de Asunción, donde funciona un supuesto consultorio esotérico. Allá le llamaron “Casa de Luz”.

Desde ahí se daban bendiciones, lecturas de cartas y hasta “iniciaciones espirituales” para las nuevas víctimas.

La estructura estaba bien organizada: captación en Paraguay, traslado por Barajas, explotación en España.

Los ocho detenidos eran parte directa de esta red.

Pero según la misma investigación, el clan sigue operando en otras ciudades bajo distintos nombres: Casa Carmesí, Herencia Espiritual SRL y La Tercera Cuerda.

Todo queda en “familia”

Las autoridades de Valladolid señalaron además que en el grupo había un “amigo íntimo” que “trabajaba” directamente con los hombres de la familia. Él andaba con la cara destapada. Cuando la caficha no estaba, el joven realizaba los controles.

Sex-delivery

Las chicas no solamente eran explotadas sexualmente en las casas de citas, sino también eran ofrecidas a través de anuncios de prostitución. Tanto los hombres de la familia como “el amigo” se encargaban de llevarlas a las casas de los clientes que pedían el servicio de dama de compañía.

Esclavitud

Las víctimas vivían amontonadas, en pequeñas habitaciones. No podían salir, no tenían permiso. Además, debían estar “disponibles” las 24 horas del día, igual si contraían alguna enfermedad,

Eran consideradas “propiedad” de la caficha hasta que saldaban las deudas que contraían al llegar a España.