Con el sol candente de mediodía, la familia de Ángel Ferreira llegaba junto a la Virgencita azul de Caacupé para cumplir con la promesa de dar gracias por los milagros recibidos durante este año, pero hay uno muy especial.
Desde San Pedro del Ycuamandyjú, viajaron para que el más pequeño de la familia, Miguel Ángel, de 7 años, pueda dejar un pedacito de mechón de su enrulada cabellera, que para él tiene mucho significado.
A los 2 añitos, a Miguelito no le crecía el cabello por alguna rara enfermedad.
Con tantas idas y venidas a los hospitales, que no le daban respuesta, visitaron por primera vez el Tupãsy Ykua. “Ahí le bañamos completo. Le mojamos su cabeza. Y tres días después ya veíamos cómo le iba creciendo su cabellito”, contó emocionado don Ángel.
Aparte de que ahora tiene una ondulada cabellera, el chico juega al fútbol. Y cada año camina tres horas con su remera, short y taquillas de su equipo favorito: Cerro Porteño. Lo hace para que siempre tenga suerte en el deporte que tanto ama. “En nuestro valle él es un ídolo”, dijo orgulloso su padre.
Carlos Fernández (16) llamó la atención por la fotografía que lo acompañaba en el manubrio de su bicicleta. Con los ojos tristes, recordó que la imagen pertenece a su tío, Félix Fernando Fernández, uno de los ocho militares de la FTC muertos en manos del EPP en Arroyito. “Vine a pedir justicia, pero en mi interior nomás. Él era mi otro papá", dijo. Contó también que pasó de grado y que fue a agradecer.