Francisco abrió ayer la Puerta Santa de la basílica de San Pedro para inaugurar el Jubileo de la Misericordia, ante miles de peregrinos. El papa se detuvo unos minutos para orar en el umbral de la puerta, que suele permanecer sellada a cal y canto, seguido por el papa emérito Benedicto XVI, la primera vez en la historia que dos papas inauguran un jubileo.
Abrirse al mundo
Es un acto simbólico con el que el papa instó a la iglesia a “abrirse al mundo”, a respetar el “impulso misionero” de ser “samaritano” y de “anteponer la misericordia al juicio”. tres martillazos El papa recordó al Concilio Vaticano II; instó a que la iglesia “vuelva a tomar el camino para ir al encuentro de cada hombre allí donde vive: en su ciudad, en su casa, en el trabajo”.
La ceremonia está llena de simbolismos: el papa pronuncia la fórmula en latín con la que desde hace 700 años se decreta la apertura de los jubileos: “Aperite mihi Iustitiae Porta” (Abridme las puertas de la justicia) después de “derribar” con tres martillazos la puerta que suele permanecer cerrada, a través de la cual la Iglesia ofrece a los fieles una “vía extraordinaria” hacia la salvación, el amor y la misericordia, dijeron fuentes vaticanas.