Mía Joaquina se tapó la boca con ambas manos y abrió sus ojitos lo más que pudo al ver el tatuaje que su papá se había hecho en la cabeza.
Era un dibujo realista del implante coclear que a ella le permitió volver a escuchar hace tres años, luego de haber perdido su capacidad auditiva en un 95 por ciento.
La intención de Guillermo Onieva fue sobre todo motivar a su única hija. “Me nació porque las personas me preguntan qué tiene en la cabeza, veo que hay criaturas que también les preguntan a sus padres por qué tiene eso”, dijo a EXTRA.
Viendo algunos trabajos de tatuadores, se topó con los de Carlos Pitito Rodríguez, y le confió la importante misión de plasmar en su piel un signo de lo que marcó un antes y un después en su familia. Cuando Mía tenía 2 años y medio, sus padres supieron que la papera le había afectado los oídos y sintieron que el mundo se les vino encima.
Acudieron a un instituto donde le indicaron el uso de audífonos, pero en seis meses no vieron ninguna mejoría. Entonces fueron junto a un médico que les recomendó el implante coclear, que reemplaza el funcionamiento del oído interno.
En nuestro país sigue siendo un logro hacer este tipo de cirugías. El Ministerio de Salud tiene abierta una licitación para la compra de entre 3 y 6 implantes para la Asociación Escuchar, por un valor de G. 1.627 millones.
Como le pasaría a cualquiera, Guillermo y Susana sintieron mucha incertidumbre ante una cirugía tan compleja, pero se pusieron en campaña para que su princesa se opere lo antes posible.
“Yo al principio no quería que se haga el implante, no quería que le toquen la cabeza a mi hija, pero Dios nos dio la visión de dejar que eso pase para que ella tenga una vida mejor”, recordó Guillermo.
Sacrificio y felicidad: Hicieron de todo por su princesa
Vendieron terrenos, sacaron préstamos, recibieron apoyo de sus familias y buscaron hasta debajo de las piedras el dinero necesario, unos G. 300 millones, para que su amada vuelva a escuchar.
Conocieron a otras familias en la misma situación, pero con menos recursos que ellos. “Me despertó”, dijo sobre eso Guillermo, y ayudaron a quienes podían. Ahora Mía escucha y sigue el tratamiento con su doctora y su fonoaudióloga. También va al primer grado, en Luque. El mejor regalo del Día del Padre para Guillermo será simplemente verla feliz y sana.