La sequía pone en jaque la salud humana, la vida de animales y la producción agrícola. Hace un mes que las mujeres del asentamiento Ñu Pyahu del distrito de Tavaí, Caazapá, deben ir por lo menos una vez al día a buscar agua de un arroyo, para tomar y para usar en la casa.
“Hay un pozo del Indert que hace mucho no funciona y los pozos comunes están secos ya”, contó a EXTRA Augusto Acuña. De las profundidades ya solo sale con un color marrón oscuro.
Entre junio y septiembre plantaron poroto, maíz, habilla, mandioca y algunas verduras. “El 90% está perdido”, lamentó.
En su comunidad algunas personas reportaron dolor de estómago en estos días.
En Ñeembucú, zona de esterales, la situación es crítica. Animales mueren empantanados buscando hidratarse. En varias localidades tienen que acarrear agua.
Doña Ysidra Ortiz es de la compañía Laguna Itá, del distrito de San Juan de dicho departamento, y este año no le salió bien el tembi’u kokue por la sequía.
Nicolás López, de la comunidad nivaclé Cayin ô Clim (Mcal. Estigarribia, Chaco), contó que ellos pagan por agua de un pozo artesiano de la Colonia Neuland, pero que igual la sequía les afecta mucho, porque el polvo empeora los casos respiratorios y de COVID-19.
Dijo que los ganaderos de la zona están comprando el líquido para sus animales.
Dionisio Dosapei, líder de la comunidad ayoreo Jesudi, dijo que ellos se surten de un tanque de la Gobernación de Boquerón que no queda muy lejos, pero manifestó que falta uno entre ellos.
La escasez no es solo del campo. En Fernando de la Mora, Zona Sur, a veces no sale una gota en dos o tres días, denunció Vanessa Rivarola.