Las manos de doña Mirta Aranda (50) están resecas por las astillas y el aserrín, pero con esas mismas manos ayudó a su marido Julio Chamorro (52) a levantar el negocio de carpintería para sacar adelante a la familia, en Capitán Miranda (Itapúa).
Hace más de dos décadas, tomó las maderas, lijas y clavos y desde entonces, no solo se convirtió en una fuente de trabajo, sino también en su más grande pasión.
“La necesidad de generar dinero me llevó a aprender de mi marido el oficio. Tenía trabajo, pero también podía cuidar a mis hijos en casa”, contó a EXTRA la kuña guapa.
La señora detalló que durante largos años no hubo algún laburo que le haya parecido muy difícil, aunque sí con clientes exigentes. “Estamos conscientes de que puede suceder que cambien de opinión sobre algo, el color, el diseño, y debemos ir ajustando, pero eso es normal”, contó.
Mirta dijo que no hay ningún trabajo que no puedan realizar las mujeres, pero a la par de realizar oficios pesados, tienen la responsabilidad de hacer atender a los hijos, como en su caso.
“Me levanto a las 5:00 y a las 11:00 voy a la cocina a preparar el almuerzo, porque también tengo que hacer cosas de la casa. Mis hijos ya están grandes, pero hasta ahora esa es mi rutina y es bastante larga”, dijo entre risas.
Mamá orgullosa
Tiene dos hijos de 29 y 25 años. Ambos ya se recibieron.
“El mayor es ingeniero en informática, pero igual se inclinó hacia el oficio de la carpintería ahora. Y el más chico es ingeniero agrónomo, él sí ejerce su profesión”, explicó.
Tiene clientes de todo el país. Ellos mismos se encargan de visitar a los clientes, ya sea en Ciudad del Este, Asunción o mismo en su localidad. Y la mejor publicidad que tienen son las recomendaciones de boca en boca, según dijo.
Para doña Mirta nada es imposible si hay un poco de voluntad, incluso cuando salió gravemente herida.
“Me corté el dedo pulgar. Por suerte un enfermero me atendió rápido. Creo que todos los carpinteros tienen un ‘sello’ en las manos, pero no me arrepiento”, finalizó.