“Si me decían que esto iba a ocurrir hace un año atrás, no lo iba a creer, era algo que no esperaba”, expresa orgullosa Aida Salinas. Ella tiene 30 años y actualmente forma parte del elenco femenino del 12 de Octubre que compite en Primera División.
Su incursión en el mundo peloteril fue pura casualidad, pero lo que hace especial a esta historia es que la pasión por la caprichosa la comparte con su hija Guadalupe de 14 años, convirtiéndose en el único caso de madre e hija jugando en un mismo equipo de la APF.
“Le llevé a la escuela de fútbol AyC Sports de J. A. Saldívar a mi hijo de 9 años y me invitan las mamás para que hagamos también un torneo barrial, entonces me uní a ellas y también mi hija Guadalupe. En una de esas se dio un amistoso contra el 12 de Octubre de Itauguá donde el profe Rubén Meaurio me ve jugar y me invita a ser parte del grupo”, contó a EXTRA la zaguera. En ese entonces Guada ya formaba parte del elenco juvenil de la ciudad del ñandutí.
“Ella es volante por derecha y yo soy central o de repente me toca jugar en el mediocampo, ambas somos diestras”, detalló. Por una cuestión de edad, la adolescente forma parte de la sub 18 y aún no han podido compartir la cancha. “Ese es mi sueño y ojalá se cumpla que podamos chutar en Primera las dos”, señaló.
Amigas y compañeras
La relación entre ambas es por demás diferente. “Cuando yo me equivoco ella me corrige, yo empecé tarde a jugar y estoy en constante aprendizaje, somos unidas pero por una amistad especial”, indicó. Aida además de chutar es panadera y repostera.
“Me embaracé muy temprano y tenía que buscar algo para trabajar desde casa y para no dejarle a mi hija. Tengo un emprendimiento”, contó. No negó que al principio lo de jugar fútbol costó.
“Mil veces tiré la toalla, teniendo dos hijos, mi trabajo, entonces es difícil pero tuve el apoyo de todos”, mencionó.
Por último Aida no se cierra a la idea de vestir otra casaca. “Lo del fútbol no estaba en mis planes y si de por ahí surge un club que le gusta como juego, voy a estar orgullosísima”, sentenció.
El día que quisieron cerrarle puertas
Aida y Guada chocaron también contra el machismo. “Se me dio la oportunidad de ser ayudante del profe Rubén Meaurio cuando mi hija estaba en la Liga de Desarrollo. Teníamos que ir una semana y estar en el Comité Olímpico, entonces mis suegros me dicen que si yo me voy a ese hotel que me olvide de mi trabajo, porque la panadería funciona en la casa de ellos, por suerte mi pareja me apoyó y terminamos haciendo lo que nos gusta”, comentó.