Mis conocimientos de cine, como de casi todo, son bastante limitados y mis gustos bastante cuestionables. Me gusta la imaginación, el pensar mundos imposibles, cosas que difícilmente se den.
Me encanta, por ejemplo, el mundo de Mad Max, cuando los “malos” se subían a un camión para intentar llegar a la cabina y apoderarse del vehículo (esta semana, en el cruce Ypané- Villeta, cinco delincuentes se subieron a la caja de un camión y el conductor aceleró para deshacerse de ellos, volcando en el intento y casi aplastando a un taxi en el que iba una familia... casualidad).
O el personaje de Charles Bronson, el vengador anónimo que toma justicia por mano propia (bueno... quizás acá ya tengamos algo parecido). O la ultraviolenta Naranja Mecánica, donde un grupo de jóvenes se dedican a la violencia por la violencia en sí (como la tierna pandilla de chicos “bien” que se dedicaba a garrotear gente).
O esas del oeste, donde hablan tus armas y sos vos o el otro (muy, muy parecido al caso del militar que mató a quien lo asaltó en Luque). (No se me viene a la cabeza ninguna película que relate un caso similar al del pobre chico al que le dieron un balazo y terminó con la pierna amputada... ¿habrá alguna película tan indignante y perversa?).
Y después están las series de TV, como Escobar, donde... bueno, ya saben dónde y cómo es eso. De secuestrados y hasta de asaltantes que matan embarazadas, tenemos casos. (Nos falta un Serpico, ese policía que denunciaba a sus propios colegas corruptos, sin importar las consecuencias... probablemente le hayan dado la baja).
¿Saben qué? Estos de Hollywood no saben nada, acá vivimos todos los días cosas más imaginativas... leeré los diarios y tendré mejores guiones. (Y no menciono la ciencia ficción: las personas que trabajan en dos lugares al mismo tiempo o más horas de las que tiene el día).
Y antes de terminar, me gustaría preguntarles: ¿y dónde está el piloto? (cambien “piloto” por “ministro”).