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El tema combustibles es ínfimo con relación a los grandes negociados en la función pública. Pero hay algo en común al destaparse estas irregularidades. Quienes caen terminan siendo solamente una parte de la estructura recaudadora.
Desde lo sucedido con Osorio, un suboficial de la policía brillante si miramos desde el esquema y absolutamente necesario para que este funcione, saltaron algunos nombres de superiores como el comisario Juan Mendoza y su propio comandante, el comisario Francisco Alvarenga. Creer que ahí terminan los cómplices es de ingenuos. Estos hechos alimentan a niveles superiores desde hace mucho tiempo.
El presidente Cartes dijo en reiteradas ocasiones que cortaría la mano a los corruptos sin embargo su ministro De Vargas llevó a Alvarenga, destituido e imputado por lesión de confianza, nada menos que a la asunción del nuevo comandante Críspulo Sotelo. Alvarenga no solo fue despedido con honores, hasta dio consejos a la nueva cúpula policial. Sotelo y su antecesor Alvarenga son amigos, comparten fiestas, jineteadas y responden a la misma estructura supuestamente desarticulada por evidencias claras de corrupción.
Nos toman por estúpidos haciéndonos creer que están depurando la policía. Terminan haciendo rotar a los mismos corruptos que hace años vienen desangrando al país.
A Osorio lo separaron por sospechas de ilícitos en el 2008 y lo reintegraron porque un cerebro así es necesario para alimentar al resto. No solo lo reincorporaron sino que lo pusieron como al ratón cuidando el queso. Van a seguir dejando pistas de sus chanchadas, van a seguir saltando irregularidades y pasado un tiempo se van a seguir acomodando, jugando con la desmemoria de todos nosotros.
Forman parte de una misma rosca. Una que recauda para todos. En uniformes, planilleros, guardias privadas, mientras que los buenos policías (que estoy seguro los hay) seguirán amedrentados por sus superiores bajo la premisa de ser una institución obediente y no deliberante.