De nuevo es tiempo de aquella eterna discusión sobre la educación y los cambios que pudieran darse de cara al periodo escolar 2016. Aquella famosa reforma educativa sigue con una importante cantidad de heridos, con análisis que no terminan de cerrarse y con ideas que aún no cierran sobre cómo encarar las transformaciones.
De vuelta de un largo viaje tuve la ocasión de conversar con unos amigos sobre los desafíos del nuevo tiempo, y de buenas a primeras, todo hace suponer que la gente considera que lo que hay que hacer es cambiar personas por computadoras con conexión a internet.
La verdad ese es un camino que considero equivocado. Es indudable que los recursos tecnológicos avanzaron tanto que es imposible negarles el acceso a las aulas, pero de ahí a reemplazar el factor humano por máquinas creo que no corresponde.
Dicho esto insisto en el acceso para dejar en claro lo que pienso. No podemos seguir pretendiendo que nuestros chicos se limiten a un libro para entender y construir pensamiento o historia, teniendo a un click un mundo de posibilidades.
Esta es una generación que en el celular, la tablet o la computadora de mesa tiene su serie, su película, su música en el momento en que se le antoje y a la hora que quiera. Sin tandas comerciales y a su antojo.
No podemos pretender que una generación que crece con todos estos estímulos se motive en clases aburridas, que alejan a cualquiera que haya conocido de lo otro, de todo lo aburrido y cansino que propone la escuela tradicional.
El Ministerio de Educación debería darse cuenta de una buena vez que el lenguaje de los chicos es otro y que los maestros requieren una urgente capacitación para acompañar ese proceso. Es como en casa, posiblemente mamá y papá nada quieren saber del WhatsApp y el Facebook hasta que descubren que es posible hacer muchas cosas de manera fácil y rápida, y terminan colgados más que muchos de nosotros en las mesas familiares.
Los tiempos cambiaron y si no ponemos a la educación y a la gente a la altura de la tecnología, estamos fritos.