A través de las redes sociales me enteré del anuncio de la segunda parte del intento de película “50 sombras de Grey”, el fenómeno literario que llegó a las pantallas de cine con más ruido que nueces. No leí ni pienso leer la novela que narra la historia del sádico multimillonario que enamoró a Anastasia y a millones de lectoras.
No pretendo negar el descomunal éxito que logró el libro en ventas. Sí pude ver, con bostezos, el film. Una historia tan absurda como argel desde principio a fin. Una aberración.
Coincidentemente, estos días conocí un poco más sobre Rocky, que llegó a la pantalla gigante en 1976 y que lanzó al estrellato a Sylvester Stallone. Hasta hace poco, tenía solo una idea vaga de lo que fue la saga.
Su historia es más o menos así. Quien protagonizó la película, en aquel tiempo, era un perfecto don nadie. Ese Stallone había vendido las joyas de su mujer e incluso a su perro para subsistir. Un día vio una pelea de Muhammad Ali contra un tal Chuck Wepner, quien puso en aprietos al campeón de boxeo e incluso lo llegó a noquear. El incipiente actor comenzó a escribir, inspirándose en lo bravo que fue Wepner en el ring. Pocos días después terminó de redactar el guión.
Golpeó puertas, visitó oficinas de productores y hasta se burlaron de él. Nadie quería invertir en su proyecto, hasta que una compañía quedó fascinada con el libreto. Le dieron el visto bueno. Sylvester les dijo que quería encarnar a Rocky.
El precio del guión se multiplicó. Logró convencerlos y se quedó con el papel principal. Rocky estaba obsesionado con encarnar a Rocky. Poco le importó el dineral que le ofrecieron para que estrellas del cine sean los protagonistas, y no él. Lo primero que hizo al recibir la paga fue recuperar al perro que había vendido.
La película terminó ganando los Oscar y Stallone es hoy ya una leyenda. La lección que Rocky nos da es que uno debe vencer sus propios miedos, que no importa cuántas veces la vida pueda golpearnos: debemos saber levantarnos un millón de veces. Muchos quizás no crean en nosotros, pero nosotros sí debemos tenernos fe.
Podrán cerrarnos cien puertas, pero debemos golpear ventanas si es necesario, con tal de no rendirnos. Tuicha la diferencia con el aporte que pueda darnos “50 sombras”, que pierde por nocaut ante el “Ojo de tigre”. Ya tú sabes.