
Solo una simple señal de silencio con el dedo índice sobre la cara, fue suficiente para cambiar una muy arraigada costumbre xenófoba en el fútbol argentino. El gesto del jugador paraguayo Óscar Romero fue captado por el periodista argentino Martín Estévez en el partido por la primera fecha del Grupo 3 de la Copa Libertadores, donde Racing venció a Bolívar por 4-1, la semana pasada.
“Son todos bolivianos, paraguayos, que solo sirven para botonear”, fue el canto de la hinchada de Racing ya en el segundo tiempo, tras el cómodo resultado, en alusión a los seguidores de Boca Juniors, club que en ese momento era próximo rival del equipo en el torneo casero y en la copa.
El paraguayo se paró frente a la hinchada y detuvo el cántico enseguida reemplazado por un “Romeeero, Romeeero”. “Yo no soy nadie para cambiar el cántico de la gente, creo que es maravillosa la hinchada de Racing, pero uno siendo paraguayo no le gusta ser discriminado, creo que después entendieron y cambiaron”, fue la sencilla respuesta del “10" a la prensa.
El domingo Racing venció a Boca 1-0 y la figura de Romero volvió a revolucionar el encuentro. Unos pocos hinchas de nuevo intentaron corear estribillos xenófobos, pero la inmensa mayoría los hizo callar.
Más de uno se sorprende al asimilar el hecho. Un chico de 23 años, extranjero, que por su talento y humildad se ganó el respeto de miles de fanáticos en un país acostumbrado a la xenofobia en el fútbol, tan normal como ofensivo.
Pero en Paraguay la historia no es muy diferente, en las gradas también se oyen ofensas contra otros clubes, mujeres y extranjeros. Los mismos jugadores avalan esos cantos. Faltan muchos como Romero, que nos enseñen a entender lo que decimos, a entender el fútbol, a comprender que somos personas, a dimensionar qué es lo que significa discriminar y cuántas veces lo hacemos.
Romero, vení, hacenos callar también a nosotros.