Se me fueron todas las ideas. El ánimo se llevaron los perucas. No sé cuál es peor, o la goleada que sufrió la Albirroja o la tormenta que deja sus secuelas. Antes, cuando las cosas iban mal un triunfo de la Selección Paraguaya aplacaba los ánimos. Esta vez se nos vinieron todos encima.
No soy analista deportivo, pero basta escuchar las radios y leer los comentarios en las redes sociales para notar que el ánimo de muchos paraguayos quedaron por el suelo, luego de la catastrófica derrota del combinado nacional. Ver a la querida Albirroja en el mundial de Rusia 2018 ya se parece a una “campaña engañosa”.
Pero como eso fuera poco, se vino nuevamente el temporal que dejó a gran parte del país con árboles caídos, miles de viviendas sin energía eléctrica, calles destrozadas, raudales con basuras incluidas, subestáticas incendiadas y varios otros perjuicios.
El Paraguay es un país sufrido donde, muchas veces, los males no amilanan el espítitu. Siempre soportó y supo reponerse de los embates de la naturaleza, del fútbol, de la economía, de la política, de la inseguridad. La sangre guaraní sale a relucir en los momentos más críticos.
Hoy día, sigue campeando la corrupción en nuestro país, en todos los ámbitos, y sin embargo, seguimos creyendo que el tejido moral no terminará de romperse. Políticos y gobernantes de turno solo piensan en sus pretensiones personales, grupales o partidarios. Usan al pueblo para campañas engañosas y a la hora de la verdad, solo llenan sus bolsillos a costa de la carencia de la gente honesta.
Gobierno y empresarios se levantan en “guerra” y no precisamente por el bien común de todos sino en defensa de sus intereses. Y en medio de todo el desbarajuste, sigue la esperanza de un pueblo que aún cree que todo podrá superarse.
Así como muchos fanáticos del fútbol, con calculadora en la mano, creen que es posible soñar con Rusia 2018. Al menos, el aire y el sueño aún no tienen costo en nuestra sociedad.