Llegué a esto del periodismo “por la ventana”, tarde en mi vida y sin conocer a nadie. Me cuesta que me digan periodista, me da vergüenza, aunque con el tiempo he conocido también a notables periodistas sin título, así que luego se me pasa.
Hay pocas profesiones en las que la gente deposite tantas expectativas”
En los escasos tres años que vengo trabajando en los medios conocí a varias “estrellas” del periodismo, que apelando a sus virtudes y habilidades han llegado a ese lugar y a los otros, a los que hacen el trabajo no tan visible, pero imprescindible. Ni unos ni otros son santos (que ya no quedan) ni demonios (que todos somos un poco). Con el auge de las redes sociales, en muchos casos, el periodista pasó a ser el centro y el motivo de la información y no el vehículo de ella, camino peligroso por varios motivos (“el periodista nunca debe ser noticia”, me dijo un jefe).
Otro fenómeno que se ha dado en los últimos tiempos, quizás urgida la sociedad, por la evidente carencia de líderes políticos creíbles, es que los periodistas pasaron a ocupar ese lugar e incluso sonar para las más altas candidaturas. No sé si es bueno o malo: probamos ingenieros, abogados, militares, empresarios y hasta obispos, así que creo que el país aguantaría un periodista presidente, sea cual sea (y ante la perspectiva que varias modelís sean diputadas, no parece tan alocado).
Otro fenómeno que se da, incluso para los que estamos en los caminos menos luminosos y visibles de la información, es que hay pocas profesiones en las que la gente ponga tanta esperanza, fe o en la que deposite tantas expectativas: “vos que sos periodista podés ver eso” o “ustedes pueden hacer tal cosa”. Cuando las instituciones no responden, forzamos las situaciones y hasta tomamos partido (y a veces no lo decimos).
También las exigencias son mayores: los periodistas no pueden cometer infracciones de tránsito, ni tener faltas ortográficas, deben saber todas las leyes, vestirse impecablemente y tener un buen auto a pesar de tener sueldos como todo el mundo (y si exhibe mucho ser sospechado de recibir algún dinero malhabido).
Gajes del oficio, que le dicen.