Por Hugo Barrios
Una gran parte de la sociedad viene desperdiciando tiempo, saliva y tecleos en el debate en torno a la ideología de género. Se preocupa más en atacar al sector gay o al profamilia antes que, desde mi punto de vista, hablar sobre los problemas más urgentes del país.
Desde el propio Congreso Nacional se impulsó días atrás una audiencia pública para hablar sobre teorías de género, pero la prédica común de los oradores no fue sensatez ni tolerancia, sino apología de la discriminación, del odio. Por un lado, los inquisidores 2.0; por el otro, los rechazados, los marginados. El agua y el aceite. La mortadela y el caviar. El bien y el mal. En una esquina, los devenidos en la perfección del moralismo; en la otra, los “inmorales”.
Algunos invocaban a Dios, otros a las leyes de la naturaleza. Solo faltaba Joshua para que el circo de histeria esté completo. Y eso que entre los participantes había algunos de sus fans. Es justamente ese fanatismo lo que nos lleva a la intolerancia, a perder el tiempo en conflictos sin importancia.
¿Son las ideologías más urgentes que la falta de insumos en los hospitales, al hecho de que escuelas se caen a pedazos, a que niños y niñas sean abusados sexualmente sin la menor misericordia y con una asquerosa impunidad? Y eso que hay “profamiliabilievers” que creen que los textos sobre ideología son los causantes de que haya criaturas abusadas.
Días atrás, un chico de 8 años fue atado de manos y pies por su padrastro. El tipo lo masacró a cintarazos y le juró que la próxima lo mataría y tiraría sus ropas junto a su cruz. Los que acusan de “degenerados” a homosexuales no organizaron audiencias públicas para debatir sobre las torturas a las que son sometidas este tipo de chicos a diario. Capaz lo que les interesaría saber es si los libros ya le “enseñaron” si es nene o nena. Los pro gay tampoco alzaron su voz de protesta contra el maltrato infantil. Todo el mundo preocupado en ideologías, pero ninguno en plantear soluciones ante la corrupción, inseguridad, falta de infraestructura, etc. Sigamos nomás “papeando” sobre ideología de género. Total, es la cortina de humo perfecta para políticos que buscan atornillarse de nuevo en el mismo Parlamento donde se hizo la audiencia pública. Ya tú sabes.