Adriana Arévalos vio a su vecino por última vez, el finado Ramón Alcaraz, el 17 de diciembre del 2015. “Esa mañana estaba vestido de blanco. Le pregunté el motivo y me dijo que ya no le iba a ver. Le reté para que no diga macanada. Ahora creo que presintió su muerte”, relató la mujer a EXTRA.
El macabro hallazgo del cadáver de don Ramón consternó a los moradores del barrio Las Mercedes de J. Augusto Saldívar: lo habían asesinado y luego enterrado. Sus restos fueron hallados dos años después. Fueron detenidos su esposa Gloria Amarilla y sus tres hijos: Enrique, Manuel y Francisco.
Algunos pobladores de la zona contaron que el señor siempre era maltratado por su familia. Hasta dormía afuera sobre un cartón, aseguraron. “Sus hijos una vez le ataron por el árbol y le pegaron con garrote. ‘¡Mamita, auxilio, ayudame por favor: me van a matar!’, gritaba desesperado. Llamamos al 911 y pasó la noche en la comisaría”, recordó Mónica Cáceres, otra de las lugareñas.
Desaparición
Cáceres rememoró que un tiempo ya no vieron más a su vecino. Cuando eso, algo olía “a muerto”. El mal olor duró como un mes y en ese lapso era imposible estar afuera, relataron. Algunos ya sospechaban y preguntaron a ña Gloria dónde se metió su marido. Ella les respondió que viajó a la Argentina para trabajar. Después dijo que tuvo un accidente de trabajo y que murió. Incluso alegó que necesitaba G. 9 millones para traer el cuerpo de su esposo. Hasta hizo un karu guasu en su nombre a los 4 meses de su partida.
Arévalos recuerda que hace dos meses le soñó a su difunto vecino. “Me dijo: ‘Mamita, yo estoy cerca de vos, por qué no te vas a visitarme?’. Se me apareció porque ya quería descansar en paz”, aseguró. Los vecinos dicen que, si bien le gustaba tomar, jamás le faltó el respeto a nadie. Lo recuerdan como un hombre cariñoso y buen padre. “No se merecía morir de esa forma, nada justifica lo que hicieron”, expresó con mucho dolor doña Virginia.