No hace falta ser adivino para afirmar que este espacio se dedicó de manera sistemática a señalar los errores y las pifiadas del Presidente de la República Horacio Cartes. No me interesa ni me va a interesar analizar la vida personal de las personas públicas, salvo que desórdenes personales influyan en políticas públicas.
Que un gobernante, un ministro, una intendente sea beodo es una pena, por él, por su familia; pero finalmente es su problema. Siempre que no eche a un ministro, un secretario, un asistente de manera arbitraria, tome determinaciones descabelladas o descuide su tarea en estado etílico puede hacer lo que quiera. Dicho esto, la de hoy es una columna bastante sui géneris y Cartes se merece el destaque.
Cuando incluyó como un logro de su gobierno la ley de acceso a información pública, la verdad es que se alzó con un logro de la ciudadanía que luego de mucha presión consiguió trabajar con organizaciones del sector privado y la prensa misma en promover la ley. En contrapartida hay que decir con todas las letras, que la barrida de planilleros es un sello de su gestión.
Desde hace años se viene hablando de gente que roba, malversa y defrauda al estado. Gente que aparece en las planillas, que cobra pero no trabaja. Desde hace años todos se llenan la boca diciendo que a esa gente hay que mandar a su casa, pero hasta ahora nadie lo había hecho.
Con los planilleros, con los deshonestos, con quienes roban de esa manera no hay que tener piedad. Hay que echarlos y quemarlos. Los primeros afectados son sus propios compañeros que trabajan de verdad y tienen que hacer el doble, porque unos cuantos solo están para cobrar a fin de mes.
Celebro, destaco y apoyo la depuración sin miedo y sin titubeos que está encarando el Gobierno de Cartes. Los honestos merecen ser premiados, los escombros y los que viven del estado merecen estar en la calle. Abogando siempre por un proceso pulcro, pero implacable con este tipo de prácticas.