Esta semana los médicos de distintos hospitales del país se plegaron a una huelga exigiendo mejorar su calidad de trabajo, con salario y carga laboral adecuados, para que cuando ello termine, puedan tener una jubilación digna.
Pienso en la cantidad de gente que se habrá visto afectada por esta medida, ya que normalmente a muchos nos toca esperar por horas ser atendidos en hospitales públicos, durante esta jornada habrá sido peor. Pero también pienso en esos médicos y en sus familias.
Es preciso ponerse a reflexionar sobre la vida familiar del médico, con miles de razones absolutamente válidas como para hacerlo. Pongo en primer lugar un concepto de Carlos Marx, quien precisó que “El hombre no es solo un ser natural sino es además un ser humano; en esta dualidad está la clave de su destino, y está la explicación de sus necesidades, las biológicas y las espirituales”. En síntesis, los médicos son seres humanos, y se merecen una vida digna al igual que todos.
Conocemos la realidad del sistema de salud, en que las carencias duelen más que cualquier enfermedad, pero conocemos también la situación en que funciona ese sistema. La mayoría de los médicos también son víctimas de ello, trabajando de forma precaria, con un salario que no compensa las horas de trabajo. A eso le sumamos el insólito sistema jubilatorio que les requiere 40 años de aporte.
Son profesionales que deben adquirir conocimientos durante el resto de su vida laboral, que al mismo tiempo tienen la capacidad de mantener una equilibrada armonía, con la ciencia, la cultura, el humanismo, y las distintas reacciones de sus pacientes y familiares para salvar vidas.
Detrás de esa bata blanca, hay un hombre o una mujer, que como cada uno de nosotros está trabajando y sacrificándose hasta sin dormir, teniendo la gran responsabilidad de aliviar dolores y sanar heridas.
Se vuelve imperiosa la necesidad de cultivar el espíritu y reforzar la cultura para fortalecer el humanismo. Todos nos merecemos una vida digna.