@pablonoearaujo En el mundo de las imágenes, de lo efímero, en donde todo lo que importa es el envoltorio, sin que reparemos mucho en el contenido, es esencial pensar cualitativamente en la revolución educativa que puede dar sustento a nuestro proceso de transformación como sociedad.
Hace semanas se plantea la necesidad de una reforma educativa, sin embargo, hasta el momento no se ha debatido el tema de fondo que es el modelo que queremos, necesitamos y podemos construir los paraguayos. Las movilizaciones de estudiantes, que renovó el espíritu con su aire de sana rebeldía, necesita avanzar consolidando estos primeros pasos.
Para alcanzar este objetivo es imprescindible comprender el escenario global en el que estamos inmersos. La sociedad del conocimiento exige otro tipo de preparación, que trasciende el anacrónico entrenamiento memorístico, aquel que nos obligó a repetir palabras que desconectadas carecían de sentido, al que nos resignamos a acomodar porque solamente deseábamos pasar asignaturas.
Con la explosión de datos, es crucial comprender contextos, conceptos que se enmarcan dentro del plano de las ideas. Aquel que supera la simple exposición de imágenes o esquemas preestablecidos que se repiten irracionalmente. Este pensamiento se fortalece con el debate, que es esencial e impostergable y al que debemos prepararnos, ya que en la cultura autoritaria paraguaya es casi un imperativo inapelable el rol omnipotente que siempre ejercieron los docentes.
El plano de los afectos tampoco puede ser despreciado. Tenemos que prepararnos para asimilar las frustraciones, comprender el entorno emotivo de los demás, valorando y respetando en la diversidad la dimensión humana del otro.
Es obligatorio llegar a esta etapa y superarla, para que lo conquistado hasta el momento no sea una simple renovación de nombres, mimetizando estructuras putrefactas que no pueden seguir operando impunes. El futuro de nuestro país nos exige superar este reto.