
No conozco un vocablo que defina a las personas que perdieron un hijo. Si lo hay, ignoro ese término. No creo que exista en la faz de la Tierra una definición que se refiera a quienes experimentan esa desgracia. ¿Cómo podrían llamar las palabras a alguien que sufre la muerte de su razón de vivir?
Imaginemos que una niña de 3 años le cuente con ternura a su papá que rompió su alcancía para hacerle un regalo por el Día del Padre. Imaginemos su sonrisa inocente, llena de vida, de alegría. Dibujemos en la mente sus juegos, sus picardías, sus “te quiero”. Imaginemos ahora que unos extraños, sin motivo alguno, le arrebatan de las manos ese rostro angelical. Por más que uno se pregunte cómo pudo un operativo antidrogas terminar con la más inocente de las vidas, no encuentra respuestas.
Ese disparo que se llevó a Vivi no fue solo un ataque a sus familiares sino a toda la sociedad. Ese balazo nos quitó la sonrisa, nos llenó de amargura, nos hirió de muerte. Los autores del criminal ataque deben pagar ante la Justicia tan atroz acto. Los agentes de la Senad no dan la cara, se cubren el rostro cuando detectan la presencia de la prensa.
No lo hacen por el hecho de resguardar su identidad, para no ser reconocidos por los narcotraficantes. Lo hacen por cobardes, por no tener las suficientes agallas de admitir ante todos que lo que hicieron no tiene nombre. Sería interesante saber qué informaciones motivaron a que se realizara un procedimiento en el cañaveral de Nueva Italia.
Fue un fiasco desde todo punto de vista. No solo no arrojó resultados positivos en el combate al narcotráfico sino que cegaron la vida de una inocente y dejaron al borde de la muerte a su tío. Eso, sin contar la brutalidad con que actuaron contra los demás miembros de la familia.
Como estamos en Paraguay, debe haber una muerte para que se adopten medidas que busquen corregir el sistema. Ahora se replantea borrar la Senad para transferir sus facultades a la Policía Nacional. Hoy nos toca llorar la partida de Vivi por la inoperancia criminal de las fuerzas públicas. Ojalá ya no haya un mañana en que lamentemos otra vida inocente.