
La muerte de Gustavo Köhn priva al periodismo deportivo de una voz privilegiada, pero, aún más penoso, priva al periodismo paraguayo de un ejemplo de lo que se debe hacer para construir en el ejercicio del discurso comunicacional la estética del conocimiento.
A diferencia de muchos de nosotros que transitamos trashumantes por estas praderas del periodismo, Gustavo era un tipo ilustrado y fruto de su ilustración es que sabía pasearse sobre los temas de su incumbencia con el donaire de una danza. Aclarando que ser ilustrados no es lo mismo que tener buena memoria, condición de algunos estadígrafos del deporte que lograron alojar en su memoria prodigiosa cantidad de información sin conjugarla nunca con el apasionante recurso del conocimiento general.
Se nos fue un ejemplo de lo que puede suceder cuando se juntan y se hacen compinches un periodista y una biblioteca. Igual se puede ser exitoso desde la brevedad de ese elemento de grafito que sirve para escribir, pero no es lo mismo.
Gustavo sabía mucho de deportes porque sabía de lugares, culturas e historia, era mucho más que un tipo que nos contaba que Diarte le metió un gol a Real Madrid el 30 de abril del ’75, jugando por el Zaragoza. Gustavo Köhn nos recuerda que periodismo sin ilustración es mediocridad.