La historia de rifas en las comisarías no es nueva y tampoco va a terminar porque se le haya trasladado a un comisario por organizar el sorteo de una oveja para arreglar una patrullera. El pecado del jefe policial de Horqueta fue desnudar la realidad en que funcionan muchas dependencias de la fuerza pública del Paraguay.
Tanto se “indignó” la cúpula policial que, en menos de lo que canta un gallo trasladó al uniformado. Sin embargo, no hace nada para dotar de condiciones mínimas los locales policiales, que en muchos casos, dependen del aporte de la Municipalidad o de comisiones de apoyo para su funcionamiento.
Solo en este momento, los agentes no tienen siquiera qué comer en las comisarías, y solo después de hacerse público se pusieron, rápidamente, a iniciar la compra de 100 mil kilos de carne. Si la institución policial no tiene cómo comprar alimentos, menos va a disponer para el arreglo de patrulleras.
Conozco uniformados que son obligados incluso, a comprar uniformes de un solo lugar, ligado a la institución, y a precio más caro, habiendo otros lados con costo más accesibles. Incluso, hasta los proyectiles que deben usar deben comprar de su plata los agentes.
La corrupción que salpica a miembros de la Policía Nacional, sobre todo a los que están en la cúpula, hace que los buenos uniformados piensen en otras actividades de recaudación, para dotar de elementos de trabajo en sus respectivas dependencias.
Después de saltar el caso del sorteo de la oveja, rápidamente, se dispuso el arreglo de la patrullera. Y estoy más que seguro que el jefe policial habrá agotado las instancias del protocolo y no habrá conseguido respuesta. Muchas comisarías tienen techo y sanitario gracias a instituciones municipales, gobernaciones y comisiones de apoyo integrado por civiles.
Este tema de las ovejas que se salvaron, tanto en Horqueta como en Laureles, me trae a la memoria la historia del pastor y la oveja perdida. Pero en nuestro país se teje la historia de “La oveja y la Policía perdida”. Mientras, los motochorros, rateros y delincuentes de toda laya agradecen. He dicho.