Es muy común en sociedades conservadoras escandalizarnos cuando la realidad no hace más que mostrarnos su lado más crudo. Cuando pretendemos encarar con seriedad la situación de niñas abusadas sexualmente y mecanismos de protección y educación que al menos reduzcan la condición de riesgo, inmediatamente se piensa en aborto. Cuando en realidad esto no ataca el problema original.
Lo que está pasando en Kamba Rembe con productores de marihuana que amenazan con paralizar la zona si el gobierno no atiende sus reclamos, es mucho más complejo de lo que se debate. El problema de “los marihuaneros”, como se los llama hasta en un tono despectivo, es la ausencia de un gobierno que deja el arco libre ante las necesidades y las carencias de poblaciones campesinas.
Resulta increíble que la inmadurez social nos vuelva ciegos. Esa ceguera nos lleva al punto de no tratar la problemática e ignorar los legítimos reclamos huyendo del debate de la legalización. Es tanta la inconsistencia de los argumentos que es mejor ni siquiera abordar el tema.
No es solo Kamba Rembe, hay muchas familias campesinas que se dedican al cultivo de la marihuana porque les deja un margen de ganancia mucho mayor que otros cultivos. Es absurdo seguir ignorando esa verdad, lo sabe el propio Luis Alberto Rojas: combatir la planta encarcelando a productores es nada frente al negocio de la cocaína cuyo daño es comprobado y con secuelas inmensamente grandes.
Uruguay entendió que combatir el tráfico de marihuana con armas era gastar un dineral para no solucionar problemas de fondo. Desde el gobierno de Mujica los uruguayos entendieron que el debate era esencial y ese proceso los llevó a entender que el tráfico había que combatirlo desde el mercado.
Calidad asegurada, precios competitivos y plan de salud pública que invierta en tratamientos los recursos generados desde la comercialización. Basta de correr del debate, mostremos que somos una sociedad madura y que sobre todo es sensible a los problemas de su país.