Conocemos a Superman como aquel superhéroe de traje azul y capa roja, que lucha por el bien contra las atrocidades de Lex Luthor, Brainiac, Bizarro, entre otros villanos. Era y sigue siendo el ídolo de muchos niños que, quiérase o no, se sienten identificados e intentan imitar su fuerza desmesurada en cada travesura.
Sin embargo, en los últimos tiempos apareció una nueva versión de este superhéroe, en color rosado, que está muy lejos de defender la verdad y hacer justicia. Podríamos decir que es una mala copia del Superman que conocemos, ya que se apodera, sobre todo, de mentes jóvenes, para llevarlos a un mundo, aparentemente, distendido, pero que es un peligro sin retorno.
Me refiero a la variante más fuerte de las pastillas de éxtasis que lleva el nombre de Superman, una potente droga que cada vez va ganando mayor terreno en nuestro país. La Secretaría Nacional Antidroga (Senad) alertó a los padres sobre la circulación de esta sustancia en las fiestas electrónicas a las que asisten jóvenes y adolescentes. Si bien no hay cifras concretas, existen antecedentes de muertes por consumo de éxtasis con alcohol, por insistencia de la “yunta”.
Podríamos buscar culpables. Evidentemente, la mayor responsabilidad es de los padres, que no dialogan lo suficiente con sus hijos; además de la Senad, que demuestra preocupación, pero no elabora un plan de contingencia, para frenar el avance del flagelo. Pero culpabilizar no nos lleva a nada, lo mejor es buscar soluciones ahora, ¡ya!, porque mañana puede ser tarde.
No pensemos que a nosotros o a nuestros hijos no les tocará porque, si Superman avanza, tarde o temprano sentiremos su fuerza, la negativa. Según Narcóticos Anónimos, el que consume éxtasis nunca puede curarse completamente, solo se mantiene alejado de la droga mediante tratamientos, pero se expone a tener recaídas.
Es momento de sentarnos a hablar con nuestros hijos sobre el mundo al que se enfrentan. Hagamos que opten por el Superman de los cómics y no por el que aparece en las pastillas de colores.