Por Carlos Miranda @carmiranda94
Las denuncias hacia las distintas iglesias por casos de abuso sexual contra niños son una constante, y lo triste de todo es que muchas de las “autoridades religiosas” se esfuerzan por encubrir los casos o desprestigiar las versiones ofrecidas por las víctimas. Lo acontecido en el CFA donde, aparentemente, una niña de tres años habría sido violentada sexualmente por una trabajadora del lugar, podría convertirse en otro de esos tristes ejemplos. Otro punto cuestionable pasa por las declaraciones del pastor Abreu, quien cuestionó los métodos de investigación y el sistema de divulgación de la prensa, que actúa “maliciosamente” con la única intención de desprestigiar a la institución, según él.
“El mal no conoce religiones, culturas, ni fronteras. Está presente en todas partes”
No podemos poner en duda que existen fieles de “buena fe” que asisten a miles de jóvenes en situación de infortunio social; así como tampoco podemos ser cómplices del silencio, justificando las buenas obras para obviar las negligencias. No son deidades, son seres humanos con facultades similares a las del resto y pueden cometer delitos, más allá de la disciplina con la que fueron inculcados y ahora se encarguen de predicar. En las redes sociales el debate en torno al caso se instaló y el infaltable cruce de “opiniones agresivas” entre seguidores de una y otra iglesia se hizo presente. Llamativamente, todavía mucha gente tiene el “falso temor a Dios” instaurado en sus mentes, defendiendo su postura teológica y rechazando la de los demás, siendo que estamos en un país laico y en un mundo con más de 5.000 religiones conocidas. El superficialismo y la doble moral parecen ser defectos de fábrica en los seres humanos a la hora de debatir acerca de “la palabra de Dios"; pero ¿realmente alguien piensa en el estado físico-emocional de la niña y en cómo terminará este caso?