Tape Porã se encargó de recordarnos cómo opera la política paraguaya, por si alguien se haya olvidado y creído que algo cambió. Colorados, liberales, sacerdotes, empresarios, de derecha o de izquierda, todos terminaron rendidos a los pies de Horacio Cartes. Algunos no sorprenden; rastreros como de costumbre los del Unace pescando en río revuelto jugaron a lo seguro y se pusieron en la columna del presidente.
Gustavo Alfonso, colorado disidente arrepentido, luego de un gol en contra al no poder dejar sin quórum la sesión del Senado en la que se rectificó el acta de la vergonzosa votación, se reivindicó con el tendota y cedió su lugar, bajó del avión que lo llevaba a París y permitió que Carlos Núñez, un voto originalmente en contra de Tape Porã, no pueda rendirse ante la oferta de HC de viajar en su regazo y asegurar a su hermano Humberto Núñez más de 30 millones mensuales en Itaipú.
Castiglioni se enfermó como el nene que alega dolor de panza justo cuando hay que rendir el examen para el que no estudió. El colorado demostró por qué nunca logró llegar a la presidencia de la República. El que nació para pito nunca llega a trompeta y el que nació para segundón nunca llega a ser primero.
Un pueblo sumiso siempre es bueno que reciba una cachetada para despertar. La violación a la Ley 1.618 fue abierta y alevosa y daba pena escuchar a los oficialistas argumentar a favor de la violación. Jiménez Gaona solo atinó a decir que, si el legislativo aprueba algo irregular ellos solo pueden acatar, como si no existiera el veto presidencial.
Parafraseando a Estela Ruiz Díaz, analista de temas políticos, el discurso de la transparencia y la lucha contra la corrupción terminó por desplomarse en el gobierno de Cartes. Para que eso no ocurra solo queda un improbable camino y es que Cartes vete el propio proyecto que promovió.
De buenas a primeras es imposible porque el compromiso con muchos poderosos está asumido, pero conociendo a Cartes no sería raro que instalado el problema salga a jugar de salvador.