Para los locos todos somos locos, menos él. Así me enseñaron en psicología. Y en este mundo loco -es una metáforauno ya no se sorprende de lo que pasa a su alrededor. Aún así, no salgo de la sorpresa y la indignación al leer ayer en la noticia policial un hecho, por demás repugnante.
Ya me acostumbré a enterarme sobre enfrentamiento policial con bandas de asaltantes, condena por falta de pago por prestación alimentaria, el asalto nuestro de cada día a cargo de motochorros y hasta sobre los colorados tratando de poner el palo a la rueda reeleccionista de Lugo.
Pero violar a una indefensa gallina, eso ya es terrible y raya la locura. Me pregunto nomás qué pasará por la cabeza de un ser humano para cometer semejante acto. Sabemos que entre la normalidad y la anormalidad existe una sutil barrera. Pero este ebrio de Villa Hayes causó realmente estupor en sus vecinos al traspasar al otro lado donde solo el trastorno puede ser una explicación.
En una sociedad donde prácticamente ya no se respeta el derecho de los demás, hablo en término humano, menos se puede esperar un trato de humano para con los animales. En este punto me viene en la mente el planteamiento de una “sociedad de locos” o la “locura social”.
¿Por qué digo social? A diario vemos y experimentamos locura expresada en sus diversos matices. Asaltos, abusos sexuales, indigencia, homicidios, abandonos y diversos otros hechos que solo puede deberse a un disloque social de valores. Cada vez la convivencia social se hace más difícil e inexplicable.
Ante tantas cosas que ocurren en estos últimos tiempos muchos ya han perdido la capacidad de asombro. Ya no se sabe cuál es el límite o la frontera entre “el loco” y los otros. Mientras tanto, yo solo pido “justicia” para la gallina abusada.