Cuesta despegar cuando se parte de una plataforma muy baja. Por eso el vuelo, aunque llegara a ser considerable, sigue siendo inferior en comparación a otras sociedades con mayores avances.
Esto se evidenció cuando en las últimas semanas se cuestionó la inacción de los intendentes electos, quienes a criterio de una parte de la población, prometieron mucho y nada hicieron, cuando estas autoridades recién asumirán el próximo 19. Algo similar se palpó al ver la ceremonia de toma de posesión del nuevo Presidente argentino Mauricio Macri que cautivó a la platea esbozando un bailecito en la Casa Rosada.
Esto cayó bien sin que interesen las cuestiones de fondo de su futura gestión.
En este contexto se torna difícil pensar en un análisis profundo de la calidad de la defensa de los Derechos Humanos como prioridad, cuando estos son inherentes a todas las personas. Seguimos convencidos que los derechos humanos son un curro, como lo definió Macri en su momento, o que es una manera de defender a delincuentes, o es una guarida en donde se parapetan los proabortistas.
Desconocemos los alcances de la definición de derechos humanos y seguimos guiándonos por criterios prejuiciosos totalmente equivocados. Por eso, se continúan tolerando abusos, vejámenes y torturas contra personas de todos los sectores sociales, ignorando su dimensión irrenunciable de personas íntegras con derechos.
Las minorías son las que sufren esta situación de manera más cruel, pero la realidad nos muestra que nadie escapa de las garras de la violencia instalada en una comunidad en donde la ignorancia sigue marcando la pauta desde su nefasta preponderancia
El punto de partida para este análisis es bajo, porque la educación así lo dispone. Años de desidia tienen como resultado una pobre estructura social que se iguala para abajo y sigue ese rumbo, como si estuviera continuando ciegamente los reiterados enunciados de algún reguetón, que de por sí es de baja calaña.