Envidio a le gente que tiene fe; ha de ser bueno creer en algo o en alguien superior que pueda ayudarte en ocasiones, a quien puedas pedir su consideración. Si la fe es compartida, es fantástico. Las posibilidades que se abren de un grupo de gente creyendo en lo mismo son infinitas. La esperanza de un futuro mejor es un motor de esperanza, un aliciente en este valle de lágrimas.
Pasó Caacupé, la fecha que marca definitivamente el inminente fin del año. Ya resta nada más el sagrado aguinaldo, la Santa Navidad y el esperado fin de año.
El 8 de diciembre es un fenómeno de muchas aristas. El tema de las promesas es el más llamativo, realizadas por verdaderos “atletas de la fe”, que caminan (o andan arrodillados) kilómetros para “pagarlas”. Estudio, enfermedad y trabajo suelen ser los pedidos más comunes.
Siempre me queda la misma duda: ¿las homilías representan el sentir de la Iglesia, o solo de quien las dice? ¿Y por qué algunas se contradicen? De la fe, a la desconfianza: terminó un campeonato ensombrecido con las dudas de los “arreglos” y de las “manos negras” que quieren torcer resultados deportivos.
Digamos que los ejemplos que vienen de la cúpula futbolera a nivel mundial no son nada alentadores: con los capos de la FIFA tras las rejas (algunos de ellos probablemente terminarán sus hasta ahora acomodadas vidas en sus celdas, teniendo en cuenta su avanzada edad) no es alocado pensar cualquier tipo de arreglo en todos los niveles.
En medio de todo esto, un paraguayo: Napout, Juan Ángel caído, que aceptó la extradición y en menos de diez días pisará suelo norteamericano. Dijo que demostrará su inocencia; ojalá, sería algo bueno y alentador.
¿Arreglaron Olimpia y Cerro para llegar a una gran final? No lo sabremos nunca con certeza. Es casi una cuestión de fe.