Lo cierto y lo concreto, como es la moda decir ahora por parte de los periodistas deportivos, es que el espacio para el título me quedó corto: debería decir entre el cháke, la improvisación, el desconcierto, la duda y la incertidumbre.
Así nos sentimos gran parte de los habitantes del Paraguay: lo de las tasas de las tarjetas parece una broma de mal gusto, un concierto de arranques y frenadas. Que el 57, que el 14, que el 29 o el 36 por ciento; los usuarios no sabemos a qué atenernos, ya que todos opinan. Hasta el banco con mayor cantidad de tarjetas de crédito dijo que eliminaba todas las de línea menor a 5 millones, para después, en menos de 24 horas, decir que no, que fue un error.
Nuestras autoridades económicas parecen jugar al acierto y error, en el senado siguen negociando, el IVA para las cooperativas se pospone (¿no era inevitable e imprescindible?), miles de rumores corren sobre el IPS (entidad de la que prácticamente cualquier cosa podemos creer en vista de su incapacidad para mejorar la gestión médica), los bomberos tienen que intoxicarse para cobrar su plata, usar mal la plata de Fonacide no es un delito, un intendente podría asumir con graves imputaciones y miles de etcéteras más.
Pero algo es claro y como decía mi abuelo: los que vivimos de nuestro trabajo siempre vamos a tener que seguir trabajando, así que, mientras en las “altas esferas” deciden nuestro destino, seguiremos viendo cómo nuestra capacidad de asombro sigue creciendo.
Y con respecto a las tarjetas (y no me hagan mucho caso, porque yo con los plásticos soy más peligroso que mono con navaja o Presidente sin teleprompter): traten de sacárselas de encima, pagar lo más posible mes a mes, si no pueden cancelar todo junto hagan un plan para ir bajando la cuenta de a poco y traten de ver para dónde va el nuevo rumbo. Porque a veces, parece que estamos sin rumbo. Digo yo nomás, que no sé nada de nada.