Hace unos 20 años conocí a Víctor Bogado, en aquel momento un joven de pelo inquieto. Yo tenía un negocio muy cerca de la ANR y los viernes (creo que era), día en que se reunían los colorados, ayudaba a un amigo que tenía una playa de estacionamiento casi al lado de la junta. Era día de gran movimiento, por supuesto, muchos autos se juntaban en el lugar y yo acudía a ayudar a mi vecino a organizar el caos.
Víctor Bogado tenía en aquel momento una Kia Sportage, bastante baqueteada, no recuerdo si azul (¿VADE RETRO SATÁN!) o gris oscuro, pero cuya mayor virtud era que no arrancaba. Así, siempre teníamos que empujarla, porque su dueño no podía comprar la batería o solucionar el problema eléctrico (eran épocas de vacas flacas). Le perdí el rastro, cuando supe otra vez de él ya era administrador de Conatel, congresista, etcétera.
Siguiendo su actuación en todos estos años, parece que el infortunio persigue a don Víctor: bolsillos escasos al principio, luego teléfonos y dinero que no aparecían en la Conatel. Ya en el Congreso, nuestro esforzado parlamentario percibió el peligro de un problema eléctrico grave en las instalaciones (otra vez los problemas eléctricos que lo persiguen) y bajó la llave general de la sala de sesiones para evitar males mayores.
Nefasta casualidad es que se estaba realizando una votación muy importante y que esa acción la evitó, pero eso ya es harina de otro costal. Y así, toda su vida es una desafortunada serie de coincidencias y acciones malinterpretadas. Porque ayuda a una chica a conseguir trabajo, ya se interpreta de cualquier manera, que es la niñera y qué sé yo.
Incluso las personas malas que hay por allí, dicen que quedarse sin abogado, es un último recurso de ahogado de Bogado, no sé si se entiende. Yo no creo en eso, siempre encontrará quien le empuje la camioneta para arrancar (aunque no creo que lo hagan gratis, como lo hacíamos en aquel estacionamiento). No sé si me explico...