
La gestión municipal es definitivamente una recurrente problemática en nuestro país. El ciclo es fácilmente predecible. Prometen mucho, llegan y hacen algo, al año roban y meses antes de lanzarse para ser reelectos empiezan las obras de nuevo. El electorado termina dejándose engañar por esa gran mentira.
Tanto termina creyendo el contribuyente en esa farsa que los de peor gestión terminan fortalecidos. Un claro ejemplo es el caso de Lambaré. Quizá la peor avenida principal de una ciudad, Cacique Lambaré, fue históricamente olvidada por Roberto Cárdenas y antes de su repostulación inauguró una obra que evidentemente era un remiendo mal hecho, mal planificado y estrepitosamente ejecutado.
Hoy la avenida sigue siendo una de las peores. Quienes votaron a Cárdenas por ese caramelito se comieron hasta el envoltorio.
San Lorenzo, Fernando de la Mora y ni qué decir Asunción están en las mismas condiciones. Los municipios terminan siendo puestos de recaudación a gran escala en los que solo resulta necesario hacer algo al iniciar y al terminar la gestión.
Hoy, sumado a los impuestos tienen el dinero de Fonacide. La forma de ejecutar está en la ley. Sin embargo guardan el dinero, generan intereses que nadie sabe dónde paran, realizan obras de pésima calidad y el Ministerio Público cruzado de brazos sin hacer nada.
La impunidad en este país no solo otorgan los poderes del Estado. En gran medida esa impunidad la otorgamos todos aquellos que nos dejamos engañar y no aprendemos la lección.
Nos toman del pelo, recaudan cada día más, roban y se nos ríen en la cara porque saben que el electorado no tiene memoria y las urnas pocas veces castigan.
Dejarse engañar por las obras de última hora e ignorar el resto de la gestión, los baches, la basura, los baldíos, la falta de ejecución de los fondos disponibles por ley, el peligro y la suciedad de los mercados municipales es definitivamente hacer con gusto el papel de idiota útil. Las elecciones municipales nos van a mostrar el resultado de la imbecilidad electoral o la capacidad de ejercer el voto castigo.