
Las dos caras de la moneda en menos de una semana: por un lado el caso del intendente de Limpio, “videado” en el momento de un encuentro íntimo, por llamarle de alguna manera, con una funcionaria de la muni, en el despacho de la muni. Por otro lado, el caso de don Óscar, sexagenario vendedor de remedios refrescantes y aquejado de Parkinson.
El destino, la fortuna o lo que quieran decir, es extraño: a algunos les da mucho, demasiado, más de lo que merecen ( nos damos cuenta que recibieron demasiado cuando son egoístas y abusadores con lo recibido); a otros les da poco o nada y los condena a una vida de incertidumbre (“si no vendo no como”) y de yapa, les regala una enfermedad incapacitante e incurable.
Las dos caras de la miseria: la miseria de ser, la miseria de no tener. La degradación del humano por el mucho poder o por la nada del poder. Curiosamente ambos extremos nos son mostrados por internet, sin anestesia, sin preparación. Si hilamos fino estos dos casos se unen, de una manera irreversible, allá en el extremo, donde los recursos públicos se utilizan para satisfacer las mas bajas y húmedas pasiones. El poder en sus dos caras: cuando tenés algo y cuando lo perdiste todo.
Yo soy pesimista, muy pesimista con estas cosas: habrá otros Verlangieri, habrá otras secretarias, muchas veces llevadas por su propia familia al “sacrificio” de la carne en aras del bien familiar. Abundan, más caras y más baratas y hay infinidad de Verlangieri, incluso muy simpáticos, agradables y conocidos.
Y don Óscar... pasará su momento de fama, será olvidado, no faltará algún pariente que venga a provechar este breve momento cuando tenga complicaciones de salud, ya sea por su edad o por su enfermedad, quizás no tenga dónde ir. Y si un día no puede trabajar, no comerá. Y es más, todos vemos algún Óscar en algún recodo de la ciudad, en cualquier esquina.
Les pido disculpas, obviamente no es la mejor de mis semanas. Ya vendrán tiempos mejores, o si no, deberemos crearlos.