Aunque algunos crean que desde mi ventana solo se ven cosas malas de este gobierno, como hace poco me reclamaba un empresario, varias veces dije de manera pública que los jóvenes de este gobierno representan para mí una luz de esperanza.
No creo que esto pase solo por una afinidad generacional, sino también por la gestión que desempeñan desde sus instituciones. Sin duda, en esa lista se encuentran Soledad Núñez de Senavitat y Santi Peña de Hacienda. Mirando con lupa no puedo poner la mano en el fuego por ellos, pero al menos me transmiten confianza.
Es por eso que me siento defraudado por la decisión tomada por Peña. Es lamentable ver a un joven formado a un altísimo nivel rendirse y sucumbir ante el pedido de hurreros, que creen que el estado solo puede estar administrado por sus correligionarios. Desde las convicciones, desde la autonomía y desde una visión de país diferente, ¿cómo puede uno someterse a semejante humillación?
Con Peña me tocó compartir apenas un par de charlas informales, pero fue suficiente para darme cuenta que aún en desacuerdo con muchas de sus políticas, es una persona formada y con buenas intenciones. Uno de esos jóvenes que le hacen bien al país. Por eso la decepción es doble.
Que Cartes diga que lo sacaba a De Vargas por pedido de los convencionales que no quieren a ministros liberales y no por toda la inseguridad reinante ya fue sorprendente. Pero resultó indignante la afiliación exprés de Santiago Peña que continúa en el cargo por pasarse del partido liberal al partido colorado.
Solo espero que Soledad Núñez no tome el mismo camino. Ni siquiera con el argumento de una futura candidatura por la ANR. Sigo pensando que los jóvenes tenemos la responsabilidad de dar un mensaje más allá de los colores, del fanatismo, de los partidos.
Que por el soquete peleen los hurreros y los que solo pueden vivir del estado gracias a su afiliación, pero no quienes decidieron tomar el camino de la educación y de la formación profesional.