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La visión única de las cosas siempre conlleva el riesgo de decir algo que no corresponde o que aunque pudiera sonar muy lógico no tenga mucha relación con la realidad y las circunstancias de cada fenómeno.
Analizar el impacto de las crecidas solo desde lo que nos muestran los medios, haciendo consideraciones desde imágenes musicalizadas; puede llevarnos a ignorar contextos que permitirían lecturas paralelas pero más acertadas. De muestra podemos tomar las buenas pero desordenadas y descoordinadas campañas de donación de alimentos no perecederos que quizá no son de primera necesidad como el agua mineral.
La emergencia rural difiere mucho de la urbana y cada zona tiene un problema diferente. A priori parece inapropiado realizar una fiesta en Pilar con el riesgo de las filtraciones, pero para los lugareños era indispensable hacerlo para dinamizar la economía. Muchas familias realizaron créditos para montar pequeños negocios alrededor del aconteciendo.
Con negocios que pararon, con despensas sin salida porque los alimentos básicos están cubiertos para poblaciones en riesgo con kits de emergencia, la venta de asadito, bebidas, panchos, etc., es fundamental para afrontar la crisis.
Eso explica que a pesar del escaso congestionamiento vehicular de ida a la ciudad de Pilar, la concurrencia haya sido numerosa y la Isla Umbu haya quedado chica. Fueron los pilarenses, más que los foráneos los que asistieron a su propia fiesta.
Mirar más allá de lo que parece obvio siempre es un buen ejercicio. Para entender no solo se debe suponer. Esto es aplicable a diversas aristas.
La visión humanitaria en los refugios, la contención que requieren ciertas familias más que otras, la protección a una franja social vulnerable como la niñez, la necesidad de mingas ambientales en paralelo, que prevengan la formación de criaderos que pudieran dispararnos otras emergencias.
Necesitamos parar la pelota y organizar este desorden. En medio de eso, si hay que ser alarmistas con las advertencias para evitar pérdidas humanas hay que serlo.