@feryirobles Hace unos días se recordaba el Día Nacional del Donante de Órganos y, nuevamente, empezamos a ver varios números en el tablero de vida que se va moviendo, pero muy lentamente. Aumentaron la cantidad de trasplantes realizados en nuestro país, y el número de inscriptos como donantes. Sin embargo, el acto de donar todavía se ve flojo.
Pongo en contexto esta situación porque esta semana volvimos a enteramos de un nuevo caso. Esta vez, una niña de 12 años que sufre de una deficiencia cardíaca severa que viajó desde Capiibary, departamento de San Pedro, hasta el hospital “Niños de Acosta Ñú" en San Lorenzo, con la esperanza de estar más cerca del nuevo corazón que necesita.
Allí, ella y su familia encontraron un alivio provisorio, pues está conectada al corazón artificial. Sin embargo, sus latidos hacen el mayor esfuerzo para mantenerla con vida mientras esperan un posible donante, pero sobre todo... una familia consciente.
Como todas las historias con finales felices, esta estaba muy cerca. Apareció un posible donante, ya estaba todo listo como para comenzar la intervención que le cambiaría la vida a la niña. Pero en medio de su dolor, uno de los familiares del donante no logró convencerse de que su acto de amor podría salvar la vida de la pequeña.
Y así entramos al ruedo de nuevo, donde se siente que todavía falta mucho que hacer para apurar la conciencia, porque la vida no espera.
La misma situación se da con Claudia, una madre que necesita un pulmón y ni siquiera puede ser parte de una lista de espera extranjera por la burocracia de las instituciones competentes. Felicito a la campaña “Soy Donante”, porque antes de ella el tabú era tremendo. Aplaudo la impresionante cantidad de trasplantes que ya se realizaron desde entonces. Pero los más de 100 pacientes que esperan, ya no aguantan el barullo. Esperan menos trámites y más acción.
Queremos ver avances importantes, que esa lista se mueva más rápido, que los números aumenten, que solo se necesiten órganos y no firmas.