Hace poco hubo elecciones en todo el país. Los políticos endurecieron sus caras, aflojaron sus bolsillos y salieron a las calles a ganar votos. Solo votos. Eso somos en época electoral. Rindieron todo tipo de pleitesías a quienes podían votar. Un voto es un voto y en tiempo de vacas flacas cualquier caldo es alimento decía mi vecina ña Mari.
Ofrecieron, prometieron y luego como era de esperar, olvidaron. Unos días después de las elecciones la prensa se hacía eco de un drama que de por sí no es sólo triste, es inhumano y hasta si se quiere cruel.
Según los datos estimativos Porfirio Maciel tiene entre 55 y 60 años, no se sabe a ciencia cierta porque no tiene cédula de identidad. Sufre de una desnutrición severa y su estado me recordó por momentos la terrible hambruna que viven ciertas zonas del África. Su cuerpecito arrugado y esquelético es la clara imagen de un país sumido en enormes diferencias sociales.
Una desigualdad catastrófica que ahonda nuestros contrastes sociales y deja al descubierto el lado más oscuro del ser humano carente de toda humanidad. Lo cuida su hermana, Petrona Regalada, una anciana enferma de 76 años. Viven en la localidad de Fordi km 5, distrito de Bella Vista , Itapúa. Una zona floreciente, pujante y productiva.
Comencé hablando de los políticos porque eso reclamaron los vecinos. El derroche electoral de dinero olvidó a quienes no son utilizables. A esas personas que son simples votos descartables en una injusta guerra de mafiosos.
No hablo del sistema de salud porque la salud no existe más que para los que puedan mover sus cuerpos hasta las urnas. El resto es desechable y en medio de la crisis lo desechable no es imprescindible. Después de todo los votos van y vienen y si no vienen se compran. El resto es puro cuento.