Los hermanos chilenos sufrieron hace poco una muestra más de la furia de la naturaleza, con nuevos terremotos y tsunamis. Nuestros sismos son nuestros dirigentes, que nos recuerdan que si algo puede hacerse bien, se hará mal y se seguirá haciendo así hasta que se descubra.
El tema de la UNA, con cabezas que van rodando y fichas como el rector y varios decanos que van cayendo, nos demuestran, una vez más, la perversidad de una estructura vergonzante, repetidora de esquemas politiqueros. La solución parche y transitoria, Meyer al frente, es solo eso: el arquitecto que no se baja de su candidatura a la intendencia, pero no hablará de ese tema hasta el 8 de octubre, fecha en que se elegirá al nuevo rector.
¿Están dadas las condiciones? ¿No hubiera sido conveniente una transición un poco más larga y hacer las reformas necesarias? Veremos. Mientras tanto, en secundaria, los estudiantes dieron “el portazo” y se retiraron de la reunión con la ministra, ya que esta no quiso firmar los puntos que serían atendidos porque eran cosas que estaban fuera de su área. Parece ser que Lafuente quería dar un discurso de buenas intenciones nuevamente; “piloteada” creo que le llaman los chicos.
Pero como la realidad siempre golpea, a las frases de “la educación está en crisis” y “se cae a pedazos” nos respondió con el gravísimo episodio de Lambaré, donde un techo de un colegio cayó e hirió a 14 alumnas y una profesora. El aula tiene apenas 2 años de construida con los cuestionados fondos del Fonacide. Cárdenas, intendente en ese momento, ahora ex porque se candidatea para un nuevo período, acusó a su rival liberal de usar el tema “con fines políticos” y la ministra de Educación dijo que “8 de cada 10 colegios” tienen problemas de infraestructura. Otro diagnóstico, gracias.
Como frutillita del postre, los 60 segundos de desconcierto de HC en un discurso en EE.UU. al quedarse sin teleprompter, incluyendo boca abierta y silencio. Nosotros también presi, nos quedamos con la boca abierta.