Y así, sin pena ni gloria pasaron las elecciones. Hubo mucha gente y pocos votos. No hubo más sorpresas que aquellas que ya no sorprenden. Alliana le ganó a Marito con la plata de Cartes. Samaniego a Tarragó ayudado por Tuma y Ferreiro se ganó un punto de la mano de los baches de Asunción.
Los que buscan el re-rekutu se dieron un paseo y muchos políticos honestos la cabeza contra la pared. Hubo compra de votos y de conciencias. Hubo avivados y dormidos, algo que la política no perdona.
Los escraches en las redes se quedaron atrapados en la maraña digital con muchos “me gusta” y el descontento por ciudades explotadas y destruidas por la codicia y la corrupción se conformaron con una carita triste en Facebook o un retuit del pajarito.
Si solo la mitad de los más de un millón quinientos mil pobres hubiesen votado por otros candidatos quizás en la alternancia hubiésemos sacado al menos uno bueno. Pero no vamos a tener más que de lo mismo.
El político es inteligente a su favor. Le sale más barato el trabajo hormiga. Le compra el cajón más barato al muerto más pobre del barrio. Le lleva los medicamentos que consigue en el sistema a Ña Chini. Reparte como suya la leche de los programas del Estado que pagamos todos. Habla con el aguatero para que te perdone la deuda incobrable y se mueve para sacar provecho de cualquier pelea vecinal. A cambio va a jodernos la vida a todos hasta las próximas elecciones.
Es el mismo mecanismo corrupto de todos los tiempos. Así fue y así seguirá siendo hasta que aparezca una generación de políticos comprometidos con vocación de servir y gobernar. Entonces, solo entonces nos habremos ganado la oportunidad de vivir mejor.
Mientras, no te sorprendas si un político te pregunta ¿dónde hay baches?