No deja de asombrarme cómo el ser humano es capaz de cambiar su forma de ser y de actuar de un momento a otro lo que constituía su cualidad principal. Hace exactamente un año los estudiantes tomaban las calles exigiendo que la corrupción salga de las aulas, que los libros y los útiles escolares lleguen a las escuelas y que el compromiso sea aumentar el PIB para educación.
Mientras la crisis aumentaba con escuelas caídas la ministra Lafuente seguía sin interpretar la necesidad de dialogar y dar claras señales de solución a los problemas. Tan incapaz fue Lafuente de escuchar los genuinos reclamos de los estudiantes que terminó renunciando a su cargo como única salida para destrabar el conflicto.
A raíz de todo este movimiento Enrique Riera se convirtió en ministro de Educación. Él mismo destacó la importancia de jóvenes movilizados exigiendo sus derechos y peleando por mejores condiciones.
A un año parece que la amnesia le jugó una mala pasada el ministro Riera. Toda esa capacidad de diálogo terminó en una amenaza que a 24 horas de la nueva movilización estudiantil advirtió sobre medidas disciplinarias para aquellos que salgan a las calles a pedir 7% del PIB para la educación.
¿Qué le pasó al ministro? ¿Olvidó el camino por el cual llegó hasta esa oficina? ¿Acaso puede lo urgente esperar? Derrotado por estudiantes que no cedieron ante el cuco del castigo salió a provocar a secundarios que cometieron el error de caer en el juego y reaccionaron con una violencia injustificable arrojando botellas de agua a Riera.
Desde el primer momento admiré la capacidad de diálogo de Riera pero lo último que hizo solo me hace verlo como un falso oportunista que nos engañó con un perfil que hoy está muy alejado de su forma de actuar ante los secundarios.
Ojalá el ministro pueda ponerse a la altura del momento que vivimos, que deje de asumir el rol de provocador y que entienda que lejos de amenazar es tiempo de dialogar para construir entre todos.