19 abr. 2024

Amamos las cosas y no a las personas

La sociedad de hoy carece de líderes, de hombres y mujeres que vivan con integridad, de hombres y mujeres auténticos, que demuestren con su carisma cierta “gracia” y fuerza reales, no falsos. Hemos ido tolerando que el hedonismo y el materialismo vayan consumiendo nuestras comunidades. Fuimos tolerando todo tipo de acciones, al grado que, en ocasiones, ya no sabemos distinguir entre el bien y el mal o si está mal. No importa. Todo vale, todo se puede y nada sirve lo suficiente.

Estamos viviendo en una sociedad hueca, que busca la complacencia así misma en todos los aspectos, que busca el poder y estar mejor o por encima de otros. Esta sociedad ha ido también transformando a cada persona que formamos parte de ella, contribuyendo a forjar seres más egoístas e individualistas, menos solidarios y egocéntricos, que con acciones expresan a gritos “primero lo mío” a toda costa. Esto sin duda, es el reflejo de un vacío existencial.

Amamos nuestro envase, amamos las cosas y no a las personas. ¡Qué mujer no ha dicho amar su nuevo par de zapatos!, pero a sus padres no les expresa ese sentimiento. Ya lo dice Dios a cada rato y no nos damos cuenta. Al final de sus oraciones indicamos un asentimiento u obediencia con la palabra “amén”, pero solo es cuestión de cambiar el orden del acento.