14 dic. 2024

A la calle con el ¡Jesús! en la boca

@paredesjor33 @paredesjor33

Una sensación terrible se siente en la calle cuando se camina, sobre todo durante la noche. Cualquier ruido de motocicleta ya le pone a uno “piel de gallina”. El temor al asalto nuestro de cada día se siente en el ambiente. Todos dudamos de todos en la calle. Todos somos sospechosos en la vía pública.

Suelo fijarme en la reacción de la gente que viaja en los micros ante esta ola de inseguridad que vivimos. Cuando suben vendedores ambulantes, algunos rápidamente guardan sus celulares o agarran más fuerte la cartera, en el caso de mujeres. Esta reacción natural se da porque muchos ladrones se mimetizan entre los trabajadores informales.

A veces escucho a la gente decir que antes de entrar a sus casas se fijan bien si no le siguen, para ingresar. O que, al bajarse del colectivo esconden entre sus ropas celulares y billeteras como una manera de prevenir.

Todo esto es porque vivimos en una sociedad donde las calles están bajo dominio de los peligrosos “motochorros”. Dentro de la casa o negocio se experimenta el miedo a los atracadores. No hay lugar donde la gente común viva sin sentir el temor.

Y muchos de los delitos comunes no son denunciados por falta de confianza en la fuerza pública y en el aparato de la Justicia. Para muestra basta un botón. En Caacupé dominan los motoasaltantes y atracadores domiciliarios. La Policía llega, pero siempre tarde. Cuando uno llama a la comisaría local la respuesta es insólita: “El jefe no atiende llamada en la línea baja porque el teléfono no está en su oficina”. Los delincuentes saben que si caen en las redes policiales muy pronto estarán de nuevo en las calles.

La impunidad es el peor castigo que puede sufrir la gente honesta y trabajadora. Así estamos en nuestro querido Paraguay. Salimos a la calle con el ¡Jesús! en la boca.