Los locales llevan su nombre como agradecimiento.
Una amiga le regaló, hace 20 años, una imagen de San Cayetano. Ella no lo conocía y tuvo que averiguar de qué santo se trataba. “Tuve una conexión con él. Desde el momento que supe quién era, lo acepté como mi santo”, dijo Fátima La Rosa (34), de Nueva Esperanza, Canindeyú.
Ella rezó a San Cayé por mucho tiempo, sin pedirle nada. Pero cuando más necesitaba, se le encomendó para poder montar un negocio.
“San Cayetano cumplió conmigo y abrí una bodega con su nombre. Con el tiempo, tuve que venderla y lo mejor de todo es que la compró otra persona muy creyente”, señaló. Ahora, Fátima inaugurará una cafetería, también gracias al santo.
Por otra parte, en Pilar, doña Lucila Ledesma asegura que no es necesario prender velas a la imagen, pero sí hablarle con el corazón. “Si tus deseos son buenos, te dará el milagro”, aseguró.
Doña Lucila tenía una despensa, pero no prosperaba. “Le prometí que si me ayudaba a que el negocio prospere, mi despensa llevaría su nombre y así lo hice”, indicó.