Un suboficial de la Policía evitó que un joven de 20 años, que trabaja como moto Bolt, se arrojara del puente Cavalcanti, que une Hernandarias con Ciudad del Este, en Alto Paraná.
El uniformado está convencido de que Dios lo puso en el lugar preciso para impedir que el muchacho se quitara la vida.
El suboficial José Abel Velázquez relató a EXTRA que este fue uno de los procedimientos más importantes de su carrera, pues considera que salvar una vida no tiene precio.
Recordó que poco antes de las 21:00 del viernes estaba patrullando en las calles. En ese momento recibió la orden de su jefe de acompañar a un transportador de caudales en el barrio Pablo Rojas, de Ciudad del Este. El transportador tenía que dirigirse a Saltos del Guairá y Velázquez debía escoltarlo hasta que otra patrullera lo relevara.
Según explicó, se trataba de un servicio de apoyo, ya que la patrullera de la base esteña estaba en otro procedimiento.
El agente cree que esa fue la primera señal de Dios, ya que, de no haber salido de su zona habitual, no habría ido hasta el puente.
Al llegar al lugar, vio a un joven sentado muy cerca de la baranda del puente, y le pareció extraño. Detuvo la marcha, a pesar de que debía ir con urgencia al acompañamiento, lo que refuerza en él la idea de que fue una decisión divina.
“Me bajé y vi que el joven lloraba. Le pregunté qué le pasaba y me respondió que estaba cansado de la vida y ya no quería vivir”, relató.
Entonces, con voz calmada, le dijo: “Dios me envió aquí, me hizo desviar de mi zona de vigilancia para encontrarte. Sos muy joven, tenés toda una vida por delante”. El agente logró pronunciar las palabras justas y ganarse la confianza del muchacho. “Le pedí permiso para acercarme, poco a poco conseguí y le agarré de los brazos. Le abracé y le dije que se desahogara, que conmigo tenía un hermano. Lloró mucho y después se tranquilizó”, sostuvo.
Velázquez comentó que lo subieron a la patrullera y, durante el camino, conversaron y lo alentaron a tener fe. Finalmente lo llevaron hasta su casa, donde su hermana ya le esperaba, muy preocupada, porque antes le llamó el policía y le contó lo que pasó.
El suboficial llegó a un acuerdo con el joven: el lunes, al terminar su guardia, lo pasaría a buscar para asistir juntos a la misa en una iglesia de la zona.