“Necesito nombre, estoy de alta”, fue el cartel que, luego de varios días de quebranto, encontró don Diosnel Otto en la cuna del hospital donde estaba su hijita, en la víspera del día de San Blas.
Tras largas jornadas de trabajo, don Diosnel iba cada noche al centro médico para acompañar a su esposa y a su pequeña hija Jaquelin, quien nació con solo 6 meses de gestación.
Si bien los doctores no le daban muchas esperanzas, los padres de la niña no perdieron la fe y se encomendaron a San Blas, el patrono de Piribebuy, de donde son oriundos.
Desde entonces, año tras año el hombre adornaba su carrito que durante el año utilizaba en el campo. Lo pintaba con los colores del santo, rojo y amarillo, y llevaba a bordo a las criaturas del barrio. “Antes, Jaquelin se iba en el carrito, pero como ya es grande ahora se va caminando, vestida con la capa de San Blas”, manifestó el lugareño. Lamentó que este año no podrá llevar su elemento, ya que el caballo murió a causa de una mordedura de víbora.
Jaquelin tiene ahora 22 años y está a un paso de ser licenciadad en Enfermería, según contó con orgullo su padre.
La devoción de la familia Otto viene de mucho antes del milagro concedido. Cincuenta y dos años atrás, el hermano del señor Diosnel se enfermó gravemente de la garganta, entonces, la madre le hizo una promesa al santo patrono. El milagro fue concedido, pues el paciente se recuperó.
En total son 17 promeseros entre los parientes. Algunos se visten como el santo, otros van a caballo o caminando hasta la capilla.
Durante los 9 días del novenario, se turnan para hacer un “karu gusu” hasta el día de San Blas, el 3 de febrero.