11 dic. 2024

Ñeembucú: Casi no hay comida, ni ventas; comercios recortan horarios y sueldos

EN ÑEEMBUCÚ RECURREN A “BICICLETEADA” Y USUREROS ANTE CRISIS ECONÓMICA

Hacen “malabares” para llegar a fin de mes.


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PARO CASI TOTAL

Comerciantes pilarenses están desesperados, incluso tienen que reducir salarios de empleados.


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A LA DERIVA. Animales son “rematados” en Ñeembucú.


Rubén Candia es uno de los numerosos comerciantes de Pilar que sufre los estragos de la crecida en la región del Ñeembucú. El hombre, dueño de una mueblería y mercería, dijo que las ventas están paralizadas desde el inicio de las inundaciones que vienen azotando a 16 distritos del departamento.

“Estoy vendiendo algo de papelería. Después, absolutamente nada. Y las cuentas no esperan. Entidades bancarias y ni siquiera las cooperativas tienen consideración. Ni qué decir las estatales como la ANDE. Indolencia total”, lamentó.

Agregó que desde hace meses se encuentra “bicleteando” las deudas. “Refinanciamos nuestro crédito o, en el peor de los casos, recurrimos a los famosos usureros. Solo prolongamos nuestra agonía”, admitió.

Explicó que tuvo que disminuir las horas de trabajo de sus empleados para poder pagarles, ya que la mayoría son de escasos recursos o estudiantes universitarios. “Expliqué la situación. Todos perciben aunque sea algo, por lo menos hasta que pase la crisis”, expresó.

Luis Rivero, otro pilarense, dueño de una tienda de electrodomésticos, señaló que la situación es desesperante. “La mayoría de nuestros clientes no son de acá (Pilar) y en esos lugares ahora están bajo agua. Si bien no nos llega el agua, en el microcentro hay cero ventas”, lamentó el comerciante.


VENDEN ANIMALES

Evelia Borba, de Guazú Cua, Ñeembucú, contó que para sobrevivir empezó a vender sus animales a precios casi “regalados”.

“No hay un lugar seco donde puedan pastar tranquilos. A un señor le dije: ‘aunque sea fiado te voy a dar’, para asegurar plata más adelante”, dijo preocupada la doña, quien es madre soltera de tres hijos.

Agregó que muchos de sus vecinos, al igual que ella, rematan a sus animales por temor a que mueran y se queden sin nada. “La ayuda que viene es casi nada. Dura para una semana y la última vez que vinieron fue hace casi un mes”, lamentó la damnificada.