11 dic. 2024

El último condenado a muerte

Su estrategia para zafar de la Justicia era presumir crímenes que no cometió para que lo declaren loco, contó el famoso asesino. Lo logró con el primer delito.

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Desiderio Tillería Cardozo admitió ser autor de dos homicidios.

Una noche lluviosa, el 18 de diciembre de 1975, Desiderio Tillería Cardozo cometió su segundo crimen. En Itapé se celebraba el tradicional Tupãsy Rapé. Allí se cruzó con Modesto Vázquez, un joven poblador de la ciudad vecina de su natal Borja, quien con una bofetada despertó la furia asesina de Tillería.

Al salir de la fiesta patronal, Desiderio buscó a Modesto en su propia casa y lo mató (por la bofetada) junto con un cómplice, Eladio Gutiérrez.

“En las noticias ponían: ‘Tillería, un peligro para la sociedad’, era mentira”, manifestó en exclusiva a EXTRA el exconvicto de 76 años.

Esa noche se ganó el mote de Mago, tras escaparse varias veces del calabozo para burlarse de los oficiales de guardia en la comisaría local.

Según antiguos pobladores de Borja, el comisario Elvio Reyes, conocido represor guaireño del régimen stronista, le perforó el talón y con un alambre le esposó para que no se escape más.

Su paso a Tacumbú

Todo esto le costó su traslado a la cárcel de Villarrica. En aquel tiempo funcionaba en la Gobernación del departamento Guairá. “Me tenían en el sótano, no era luego calabozo, aguanté todo eso”, contó el criminal.

Fue así que se consiguió un abogado, Noel Riveros, quien le ayudó a formar parte de la cárcel de Tacumbú, donde se convirtió en un verdadero personaje.

Dos años después del crimen, en 1977, un juez decidió darle la pena capital pero, como no era aplicable, le cambiaron por 22 años de prisión.

“Me sentenciaron a muerte, pero no se podía, entonces me dieron la máxima”, relató desde una cómoda silla cable en el patio de su casa, en la colonia Boquerón del distrito de Borja, Guairá.

En la cárcel capitalina no pasó desapercibido. Ya llegó con fama de ser escurridizo y peligroso.

Manejaba todo

Al poco tiempo se hizo guardia de seguridad de Eduardo Friedmann, el dueño de la azucarera guaireña, quien también cumplía condena por homicidio y a quien Tillería salvó de un intento de suicidio. Desde entonces, manejó chasqueando los dedos el penal.

“Le decía al director ‘vos mandás en tu oficina, yo dentro del pabellón’. Yo le manejaba a mis compañeros, si la comida era mala, tirábamos”, apuntó.

Debido a ello, cuando alcanzó los 16 años y medio para conseguir su libertad condicional, en 1992, el exdirector, ya convertido en director de Institutos Penales, Carmelo Fretes Faría, le trancó su salida.

En la edición de mañana, te contaremos sobre sus interminables recitados, la brujería, su show de magia y su actual estilo de vida.

“Pedí fusilamiento”

No solo Fretes Faría, dire de Institutos Penales, le trancó, también lo hicieron en la Corte.

Con idas y vueltas al Palacio de Justicia, se cansó de la situación y pidió que le apliquen nomás ya la pena a la que le sentenciaron si no le dejaban salir. “Yo pedí fusilamiento y me dijeron que no”, contó Tillería.

Pero le dijo el juez que era imposible; la ejecución se abolió en 1992.

Indultado por su vallegua, dice

Tillería trató de hablar con el mismísimo presidente de la República. Un día, en 1994, le llamó Faría hacia la entrada de la cárcel y le puso cara a cara con Andrés Rodríguez.

“Estaba también Lino Oviedo. Le dije ‘vos sos de mi valle’, no le dije luego general ni presidente”, recordó.

Le contó que su papá, don Sebastián Tillería, fue capataz de la estancia de sus padres y le pidió que le deje salir.

“Veinte días después me dieron el indulto”, señaló. Tillería dejó la cárcel luego de laburar años en la guampería, la cocina y la cantina.

Absuelto en el primer crimen

Antes de asesinar a Modesto, Tillería mató el 26 de diciembre de 1975 a su pariente Pedro Damián Ocampos, en Caaguazú, crimen por el cual fue absuelto. “¿Sabés cuál era mi defensa? Me preguntaban cuántos maté y les decía 26”, comentó a EXTRA. Así lo declararon loco.

Salvó la vida a hija de general

Según se cuenta en el pueblo de Borja, el Gral. Gerardo A. Johansen se enteró de la presencia de un mago curandero en Tacumbú y le visitó dos veces. Su hija estaba muy enferma y Desiderio la trató y la curó, eso le dio mucha fama y tuvo muchos privilegios en la cárcel, comentan.